El discurso político de nuestras autoridades apunta a que la culpa recae sobre los hombros del comportamiento individual; es decir, usted y yo somos quienes tenemos la responsabilidad por lavarnos las manos, usar mascarilla y tener una burbuja social. Sin embargo, se deja de lado la inminente responsabilidad política en lo que ha venido sucediendo.

Se ha dicho, y está de sobra demostrado, que no hay encierro soportable si las personas tienen hambre, si las personas necesitan ganarse el día, si los recibos y deudas continúan de forma exponencial. Lo mismo con las pequeñas y medianas empresas, que deben pagar sus deudas a los bancos y demás responsabilidades. Apostar por la disciplina individual como estrategia, parece que no ha sido lo más oportuno. Tampoco las campañas del terror y el regaño, ni el señalamiento y la persecución.

¿Qué hicieron en otros lugares? Mantuvieron lecturas de que esta crisis de salud tendría impactos económicos severos al sistema financiero; que, en este momento, si los mercados quieren sobrevivir con cierto margen de maniobra debían, quienes tienen mayor capital, aportar un poco más a los Estados. Estos podrían pasar a procesos de distribución y fondos sociales que respalden las personas en los momentos pico de contagio. De esta forma, podrían contribuir y que si las personas deben quedarse en casa, tengan las herramientas para sobrevivir. No promovieron recortes a programas sociales y tampoco afectaron los salarios más bajos. No era momento para que el determinismo ideológico privatizador tomara control sobre la agenda porque eso sería dispararse en el pie.

¿Qué sucedió en Costa Rica? Lo contrario. Los grupos de poder económico presionaron para imponer medidas que han querido impulsar desde hace más de 30 años: reducir el Estado y crear mayores libertades económicas, medidas que no tienen nada que ver con la pandemia. El Gobierno, en su afán por no entrar en conflicto con ese sector, planteó como opción para salir del paso ir por préstamos al FMI y medidas paulatinas que disminuyan el alcance del Estado, una respuesta que tomó cada vez más fuerza dentro del gobierno actual. No promovió una mayor colaboración de las grandes riquezas, tampoco reducir exoneraciones fiscales, ni mucho menos combatir la evasión fiscal. Nada de eso fue planteado como prioridad.

Después de la primera ola y el confinamiento social, los recursos disminuyeron y se acabaron; el bono proteger es un ejemplo de esto. A partir de ahí, el gobierno, de forma irresponsable, ha utilizado el discurso de la pandemia para promover decisiones ideológicas que no nos van a sacar del momento crítico en el que estamos. Mayores recortes a salarios, aquellos que no son millonarios, y a programas sociales, medidas que solo van empeorando la situación caótica.

No, la responsabilidad no es solo de quienes andan a pie, la responsabilidad principal es política. ¿Por qué en el punto más crítico de la pandemia no se toman otras medidas? Porque no tienen como sostenerlo. Si las decisiones económicas no hubiesen sido tomadas sobre la agenda económica de un grupo de poder, el verdaderamente privilegiado, posiblemente el margen de maniobra en estos momentos sería otro.

A estas alturas, muchas personas hemos sabido lo que es enfrentar la COVID-19, vivirlo en nuestra familias y amistades cercanas. También en muchos hogares se ha tenido la terrible noticia de tener a alguien en el hospital o la pérdida lamentable de la vida de una persona.

¡No, no se vale que se tome ventaja de este momento para promover agendas en favor de ciertos grupos!

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