Por Elías Villegas – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
El 2020 inició como cualquier otro año, pero en menos de tres meses el mundo se vio obligado a enfrentar una nueva realidad completamente inesperada. Gracias al COVID-19 cada aspecto de nuestras vidas se vio afectado y debimos encontrar nuevas maneras de manejar nuestras relaciones tanto sociales como políticas. Todo esto por medio de la virtualización, se buscó adaptar “la normalidad” al trabajo remoto y con esto cuidar la salud de miles de personas entre esas la nuestra. Aunque, inicialmente se consideraba como una solución a un problema de corto plazo rápidamente se demostró que debíamos considerarlo como uno de largo plazo. Por lo que surge una pregunta: ¿nos encontrábamos listos para el gran impacto que iba a tener en las relaciones políticas el cambio de paradigma a causa de la pandemia?
Como se expone anteriormente, el COVID-19 fue una situación inesperada pero que en cierto punto pudo haber sido prevenible en países como el nuestro. Desde el 2019 este virus había sido detectado en China, pero por alguna “extraña razón” los gobiernos que aún no se habían visto afectados no se prepararon como debían y decidieron actuar a último momento. Inclusive, algunos gobiernos decidieron del todo no actuar, lo que les costó a sus países miles de personas fallecidas en cuestiones de semanas, como en el caso de los Estados Unidos. Este tipo de reacciones o la falta de ellas causó revueltas dentro y fuera de los gobiernos para buscar acción por parte de estos. Estados Unidos ha sido el caso más reciente, donde el presidente Donald Trump se vio obligado a mudarse de la Casa Blanca por su negligencia y falta de seriedad ante la situación (entre otras claras razones).
Ahora, también es importante considerar otros aspectos en los que la política impacta de manera directa, como la economía o la educación que por el virus se vieron afectados. Al hablarse de política debemos recordar que su rol obviamente es gobernar, por lo que el poder de los gobiernos, considero, ha aumentado significativamente en los últimos meses. El pueblo, al encontrarse en crisis total con millones perdiendo sus empleos, alumnos sin posibilidades de estudiar y un pueblo sin herramientas para enfrentar correctamente una crisis de dicha magnitud, debe poner su completa y total confianza en el gobierno, esperando siempre que aquellos que lo conforman velen por gobernar en su favor y busquen el bien de la mayoría. Tristemente, miles de gobiernos se han preocupado más por mantener sus roles capitalistas que por el bienestar de aquellos quienes les dieron el poder de gobernarles.
Así, con el paso del tiempo, los gobiernos se volvieron más nacionalistas y recuperaron el poder que habían perdido ante varios actores políticos como las multinacionales u ONGs. Los gobiernos, al igual que el pueblo, pudieron haber optado por recurrir a organizaciones privadas o descentralizar el modelo con organismos como la ONU, pero por el contrario todos recurrieron al gobierno a que les diera una mano. Todo esto porque a fin de cuentas la decisión recae en el gobierno de cerrar o abrir todo aquello que sea necesario para surgir como país y evitar caer tan fuertemente en la crisis que nos espera.
En conclusión, el coronavirus abrió un gran espacio de reflexión acerca de las personas que nos gobiernan y sus decisiones reconfigurando completamente las relaciones políticas y de poder alrededor del mundo en menos de un año y demostrando que los gobiernos que no se encontraban listos para afrontar esta crisis teniendo el tiempo para hacerlo posiblemente tampoco se encontraban, encuentran o encontrarán listos para gobernar para y por el pueblo.