El movimiento Hagamos algo, del cual soy parte, tiene como uno de sus lemas que “buscamos 38 valientes legisladores”.

Lo que buscamos es un mínimo de 38 diputadas y diputados que sean capaces de tomar las decisiones difíciles que el país necesita para realmente superar su crisis de deuda, su déficit fiscal y de impulsar una recuperación post-pandemia que nos saque del “nadadito de perro” con que nuestro país avanza hacia el desarrollo pleno.

Si de potencial se trata, Costa Rica es una joya. Basta con ver las noticias que semana a semana nos recetan Cinde y Procomer, con anuncios de nuevas y valiosas inversiones de empresas de clase mundial que buscan nuestras zonas francas de manufactura avanzada y servicios para establecerse, o que las exportaciones de año contra año crecen en dobles dígitos, mostrando la enorme productividad de nuestros sectores de exportación y saber sacarle ventaja a los múltiple tratados de libre comercio y amplia diversificación de productos, servicios y mercados de exportación. Basta con ver los artículos de la prensa internacional sobre nuestro turismo, nuestra belleza natural y nuestro patrimonio social. Basta con ver los premios y reconocimientos sobre nuestro compromiso y desempeño ambiental.

Cómo una economía tan robusta crece tan poco, a tasas entre 2 y 3 %, es para mí, el verdadero misterio. Yo siempre he pensado que tenemos la capacidad de crecer como lo hacen las economías líderes en este campo, a tasas de 6 a 8% anual, con base en nuestra amplia diversificación de mercados, productos y servicios; en nuestra capacidad de atraer inversiones, en nuestra amplia red de libre comercio ―que por cierto debería completarse con la Alianza del Pacífico―, en el enorme atractivo que es nuestro sector turístico y en una población que ha demostrado una y otra vez su capacidad de absorber tecnología, crecer en productividad y compromiso con la sostenibilidad.

Pero no, lo que hacemos con la mano, lo borramos con el codo, pues hemos permitido la creación de un “hoyo negro” que se traga esa maravillosa luz y potencial en un sistema estatal, municipal y burocrático ―público y privado― que destruye valor y nos rebaja al “nadadito de perro”.

El país está en una encrucijada compleja. Tenemos un déficit cercano al 8% del PIB, una deuda total que supera el 80% del PIB, una tasa de desempleo de alrededor de 20% y estamos en peligro de que nuestros bonos internacionales sean reclasificados como “basura”, lo que implicaría un gran castigo en el financiamiento futuro.

Además, muchas de las instituciones que debieran ser abanderados de los cambios necesarios, como las universidades públicas; más que centros de formación, pensamiento y visión de país se han convertido en centros de egoísmo, conflicto de interés y abuso sistemático de las finanzas públicas; las municipalidades, que al no ser parte del Estado como tal, se desligan de su responsabilidad fiscal; y grupos sindicales que utilizan la imagen y realidad de empleados públicos con ingresos limitados ―muchos maestros, policías, personal de enfermería, y trabajadores comunes de los ministerios― para ejecutar abusos inmorales en beneficio de una clase profesional y de alta jerarquía, en los otros Poderes del Estado y las instituciones autónomas; que se sirven los recursos fiscales, para beneficio propio, por medio de salarios desproporcionados e inflados por pluses, anualidades y privilegios que los sacan de cualquier racionalidad.

Tenemos una parte del sector privado, además ―se vienen a la mente algunos subsectores de la industria alimentaria― que por proteger subsidios y protección comercial nos aíslan de la posibilidad de tener acceso a mejores productos y precios para la población nacional.

Ocurren además arbitrariedades sin sentido, como el conflicto comercial del aguacate, la condonación incondicional de préstamos del Sistema de Banca para Desarrollo al sector agropecuario, sin que medie un análisis básico de daños por la pandemia; y artículos “a la medida” en leyes necesarias, para excluir sectores de la aplicación de las mismas en este momento de crisis.

Yo soy tan iluso, que siempre me quedo esperando que las universidades públicas se luzcan asumiendo la responsabilidad histórica que les corresponde; que los sindicatos actúen con un sentido claro de patriotismo y no centrados en los beneficios y privilegios de su muy abusiva cúpula; que los empresarios subsidiados verán que ya es el momento de dejar que prevalezca el interés de los consumidores por encima de intereses muy particulares de unos cuantos productores; que las entidades autónomas se convertirán en fuentes de productividad y competitividad, o cuando menos de ingresos para reducir la deuda; y que las municipalidades se convertirán en centros de desarrollo social y productivo para sus cantones…

Me dicen mis amigos que me van a enterrar en cajita blanca, pero es que no pierdo la esperanza de que, entre tanta gente valiosa, llegarán al poder en esas instituciones algunas personas que de verdad pongan el país por delante de su interés particular o institucional.

Pero bueno, del ahogado el sombrero…; si aún sin tanta bondad y responsabilidad de los sectores, 38 valientes legisladores pueden hacer lo que corresponde; sin excepciones odiosas, ni arbitrariedades; pues aún hay tiempo de introducir mociones en las leyes necesarias y de acelerar el paso para cumplir con lo que hemos ofrecido al Fondo Monetario Internacional.

Y podemos hacer más, con la implementación del SICOP en todo el sector público, la aplicación de la regla fiscal sin excepciones de ningún tipo, la simplificación masiva de trámites aprovechando la excelente plataforma de Costa Rica Fluye; y asegurando que la institucionalidad social se simplifica en su estructura para llevar muchos más recursos a los beneficiarios ―bien identificados por el Sinirube― y dejando menos en el camino de una larguísima burocracia.

En Costa Rica sabemos qué hacer. Lo hemos tenido claro por años y ahora corresponde, con el agua ya al cuello y la marea subiendo, actuar con un alto sentido de responsabilidad, con visión de nación, guiados por solidaridad y por fin eliminando el conflicto de interés, la arbitrariedad, el interés sectorial y la luchas por el poder como factores de decisión.

Definitivamente se necesitan 38 valientes legisladores, ¿no creen?

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