Las feministas ante todo son madres, y como tales tienen un papel sociopolítico clave en este proceso de formación de los hijos de la patria: “la mujer moderna ante todo es madre, y en ese hermosísimo principio universal basa las doctrinas de su feminismo (...)” Lo anterior fue escrito en 1939 por Angela Acuña, una de las fundadoras de la Liga Feminista, uno de los primeros movimientos feministas costarricenses.

Desde aquel tiempo histórico, donde se empezaban a construir los cimientos del feminismo costarricense, se enfatizaba en la diferencia sexual y la maternidad. Una maternidad sociopolítica, una maternidad que iba más allá del núcleo familia y se extendía en medio de una sociedad que no reconocía políticamente a las mujeres.

En los ojos de aquellas mujeres se veía una represión sistemática que no les permitía votar ni tener libertad intelectual, económica o civil. De esta forma, las luchas se centraron en demostrar y legitimar ideológicamente a las mujeres como instrumento de mejora para los problemas que aquejaban a la ciudadanía.

Hoy, en los ojos de las mujeres con las que convivo sigo viendo rastros de aquella represión sistematizada que nos dejó un legado cultural hegemónico. Las políticas, las reformas y las leyes pudieron haber cambiado hace casi un siglo, pero lo que no ha cambiado es la mentalidad que no deja acabar con ciertos males sociales.

La patria se queda huérfana no porque la mujer sea una mala madre sino porque sus hijos no la han sabido cuidar. Y aunque el estado ha brindado su respaldo en las luchas por la igualdad entre ambos sexos, hay males que trascienden de forma cultural. Los feminicidios, el acoso callejero, la explotación laboral y muchas otras problemáticas de gran profundidad

Es importante, por estas razones, desarrollar espacios de diálogo que expongan la realidad actual de las mujeres, además de buscar la educación de todas las personas, sobre todo, de la juventud, la cual se ve bombardeada por constantes mensajes intrínsecos en la publicidad, redes sociales y demás medios de comunicación.

Tienen que quedar a un lado los intereses políticos que históricamente han querido aprovecharse de estas luchas. No es desde las promesas de un político que las soluciones van llegar a acabar con estos males, sino de las acciones concretas que cada uno de nosotros ejerce desde su cotidianidad.

En otros aspectos, los hombres deben de educarse y ser entes activos de acompañamiento y lucha por la reivindicación de la mujer y su rol en la sociedad. Bien lo decía Manuel Mora: “El simple deseo de votar no es reivindicar los derechos de la mujer ni los del hombre (...)" En este sentido los hombres y las mujeres deben de caminar de la mano en la construcción de una sociedad empática entre ambos sexos y que esto permita un desarrollo político que procure un bienestar integral de la sociedad.

Como en aquel entonces cuando la aprobación del voto femenino significó el hecho que exigió la visibilidad de la mujer en la sociedad. Hoy hombres y mujeres conscientes de su influencia como ciudadanos luchamos por la reivindicación de los roles que cada persona tiene en este mundo.

Por ejemplo, romper con los estereotipos machistas que existen en las masculinidades ya concebidas podría acabar con problemas como el acoso callejero que afectan directamente a las mujeres.

Solamente cuando nos replanteemos el papel que desempeñamos en esta sociedad podemos descubrir la importancia y la influencia que tiene el feminismo no sólo en las mujeres sino en los hombres con masculinidades alternas.

En fin, como Angela Acuña, Sara Casales y Carmen Lyra quienes plantaron el árbol que hoy nos da sombra. Es nuestro deber cuidar de los frutos que estas madres de la patria nos han brindado, nosotros somos quienes no debemos desproteger a esta patria que históricamente ha sido cuna de los derechos humanos.

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