Tuve la fortuna de crecer con dos hermanos varones que me enseñaron el balance de disfrutar la mecánica automotriz hasta disfrutar un par de tacones altos. Ellos me enseñaron la importancia de respetarnos sin importar el género y de educar así a nuestros hijos. Ahora tengo la ventaja de trabajar con hombres excepcionales, que me han impulsado y me han mostrado que se puede trabajar en un ambiente laboral donde se respira igualdad de condiciones y oportunidades.

Hombres y mujeres no somos competencia, ni somos iguales, somos complementarios. El factor común es que, sin importar nuestro género y a pesar de que el camino para las mujeres sigue siendo un poco más empinado, las oportunidades existen por igual, solo necesitamos más trabajo en equipo y romper estereotipos.

En el ámbito empresarial, lo anterior se traduce en un concepto clave: el liderazgo colaborativo. Este término se acuñó en 1984, cuando la profesora de Harvard, Rosabeth Moss, rescató la ventaja que puede llegar a tener una empresa si cumple con los siguientes factores: establecer alianzas, reconocer el potencial de las relaciones interpersonales y visualizar el éxito yendo más allá del mero retorno financiero.

También el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) rescató el concepto, al considerar que la inteligencia colectiva es mayor mientras más sea la sensibilidad social del grupo, y por ende, considera que el liderazgo colaborativo potencia las destrezas del equipo en su conjunto, y no distinguiendo a hombres y mujeres.

El concepto del liderazgo colaborativo por lo tanto reafirma el valor la integración y de la igualdad de oportunidades.  Me gusta pensar que este tipo de  liderazgo es una forma de ver la vida, y que  podermos aplicarlo en nuestros trabajos y espacios personales.

¿Qué nos falta por hacer?. Insertarlo en el  ADN de las empresas, compartir el control de la empresa, trabajar sobre la base de la equidad de género, sabiendo que tanto hombres como mujeres, a pesar de nuestras diferencias, aportamos virtudes distintas.

Si lográsemos educar —y educarnos— bajo el concepto de que las mujeres no son mejores que los hombres (ni viceversa), sino que somos complementarios, lograríamos potenciar nuestras habilidades y obtener mejores resultados sobre la base de la colaboración.

En la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, impulso el crecimiento integral, rescato el trabajo en unión de mujeres y hombres que han laborado, liderado familias y que han luchado por marcar una diferencia. Conmemoro la entrega de aquellas mujeres que han sacrificado tanto para abrirnos camino y para poder gozar hoy, de los derechos a opinar, trabajar, liderar, y votar y envío mi admiración a aquellos hombres que nos han abierto camino para trabajar juntos en bienestar de la generalidad.

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