Vivo con una superheroína. Mi hija, de cinco años, se pone todos los días el traje de la guerrera amazona para saltar, luchar, hacer piruetas y vencer al mal, empoderada.

Como todos los niños y niñas de su edad, mi hija es el blanco de una descomunal propaganda de justicieros poderosos, la cual, en medio del mensaje final de comprar juguetes y accesorios, más o menos le enseña a las y los pequeños valores para ser personas de bien.

Esa propaganda, dominada por Hulk, Batman, el Capitán América… finalmente tuvo una chispa femenina con el estreno de la película Wonder Woman 1984. Junto con la cinta se lanzaron campañas publicitarias, disfraces, juguetes en los menú infantiles de los restaurantes de comida rápida…

La felicidad de mi hija fue desbordante, finalmente había descubierto un superhéroe que compartía con ella algo tan esencial y básico como el género. Comprendió que las mujeres también podían tener superpoderes, combatir villanos y luchar por la justicia.

Juega con su primo, quien tiene un abanico de guerreros para elegir y “transformarse” según el reto que enfrente: desde Gokú hasta Darth Vader; ella, por el contrario, siempre se aferra a ser la Mujer Maravilla, porque no tiene muchas opciones y porque entiende que en un universo de hombres su heroína tuvo que trabajar más y más duro —lo que la hace más fuerte que los otros— para llegar a donde está.

Inspirada en la Mujer Maravilla saca pecho en el kínder cuando un compañerito quiere quitarle los lápices de color; y cuestiona a su padre cuando este quiere imponerle una orden sin fundamento.

Lo bueno es que en el mundo hay muchas mujeres maravillas que pueden inspirar a mi hija, lo malo, que al igual que en el universo de los superhéroes están invisibilizadas.

Un ejemplo: hace poco, en el kínder, durante la semana de la diversidad cultural, al grupo de mi hija le correspondió representar a España, a ella se le asignó exponer sobre artistas de ese país: las opciones que le dieron las teachers fueron: Dalí, Picasso y Cervantes. Desoyendo la terna recomendada, mi hija expuso sobre Ana María Matute.

Como padres, como adultos, debemos romper los esquemas sociales en donde los hombres son protagonistas y las mujeres ocupan un papel secundario. Buscar, encontrar y visibilizar a las mujeres sobresalientes: las científicas, artistas, deportistas, las amas de casa que, con su trabajo, dejan huella en la historia.

Así, ellas inspirarán a nuestras hijas, quienes, como Mujeres Maravillas, batallarán contra la desigualdad que se ensaña particularmente contra su género, y alcanzarán la justicia.

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