El desarrollo de obras de infraestructura vial en zona de frontera tiene naturalmente impactos significativos en las comunidades locales así como también a escala geopolítica. Este es el caso de la construcción del nuevo puente sobre el río Sixaola, en la frontera entre Panamá y Costa Rica, los Gobiernos de Costa Rica, México y Panamá inauguraron la semana anterior. Una apuesta clara por avanzar en la agenda 2030 de Desarrollo Sostenible con la consigna de no dejar a nadie atrás.

Esta obra de infraestructura mayor, que hemos tenido el honor de gestionar desde el Sistema de las Naciones Unidas, a través de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), consolida un vínculo profundo entre ambos países, en términos de intercambio comercial, productivo, cultural y poblacional.

El nuevo puente de 260 metros de longitud, 16,4 metros de ancho y 40 pilotes hincados a más de 50 metros de profundidad, con áreas especiales para el tránsito seguro de peatones y bicicletas, con tecnología antisísmica de avanzada e iluminación sostenible mediante paneles fotovoltaicos de encendido inteligente, brindará servicio a más de 150 mil personas que anualmente atraviesan una frontera pujante; no sólo en términos de transporte de cargas sino también de habitantes locales y turistas, consolidando así una hermandad histórica entre Costa Rica y Panamá y contribuyendo a la recuperación económica de las comunidades profundamente impactadas por la pandemia.

El financiamiento de esta obra, compartido por el Gobierno de México a través de una generosa donación del Fondo Mesoamérica así como por los Gobiernos de Costa Rica y Panamá es otra muestra de multilateralismo orientado al posicionamiento estratégico de la región mesoamericana en tiempos donde nuestra región enfrenta desafíos nunca antes vistos.

La gestión del proyecto proporcionada por UNOPS como entidad líder en la materia dentro del Sistema de las Naciones Unidas, ha comprendido la realización de estudios previos, preparación de diseños, ejecución y supervisión de la obra así como el seguimiento por delante durante el período de un año posterior a la recepción de la obra.

Sin embargo, el valor agregado por la participación de una agencia del Sistema de las Naciones Unidas con presencia en Costa Rica, México y Panamá va mucho más allá de la obra pura y dura, y por eso es que hablamos de infraestructura de nueva generación.

Así en primer lugar, el reto de este proyecto comenzó por una coordinación inter-institucional entre ambas naciones que exigió la armonización de protocolos basados en el Derecho internacional y la generación de instrumentos específicos desarrollados por UNOPS para coordinar el trabajo inspirado de más de 30 entidades con competencia en la zona de frontera, en el seno de la Unidad Técnica Binacional como órgano del Acuerdo para el Desarrollo Fronterizo suscrito por los dos países en 1992. Asimismo, debió resolverse la necesidad no prevista en el acuerdo original para desmantelar, construir y relocalizar la totalidad de oficinas administrativas de ambos países.

En segundo lugar, los equipos de UNOPS custodiaron en todo momento los aspectos de seguridad ocupacional, sociales y medio ambientales en el sitio de obra. Desde el 2020 UNOPS puso en marcha globalmente la campaña "cero accidentes”, gestionando también durante el último año la situación de pandemia que afectó de manera diferente ambos países, pero con un impacto unificado en la zona de frontera. Sobre 250 puestos de trabajo directamente generados por el proyecto, se registraron solo 8 casos positivos que fueron totalmente recuperados.

En tercer lugar se brindó un acompañamiento permanente a las comunidades locales, a través de un equipo dedicado a la información, consulta y atención de preocupaciones de las comunidades de Sixaola y Guabito, atendiendo a su peculiar contexto y riqueza, entre las cuales cabe mencionar la comunidad de mujeres Nögbe-Buglé cuyas legítimas solicitudes fueron puntualmente atendidas a lo largo de la ejecución del proyecto.

Finalmente, y en el marco del diálogo con las comunidades de ambos países y con el apoyo de ambas Cancillerías, el proyecto fue más allá de los compromisos originales y elaboró los anteproyectos de diseño paisajístico y arquitectónico para un futuro parque alrededor del puente validando los diseños con participación comunitaria a ambos lados de la frontera. De esta manera propiciamos que la frontera deje de ser un no-lugar y se convierta en un escenario fértil para concretar los sueños de sus pobladores .

Atrás quedan ahora las imágenes del viejo puente ferrocarrilero, construido a comienzos del siglo pasado y del puente Mabey que sirvió de paso fronterizo por muchos años. Un nuevo futuro espera a las comunidades Sixaola y Guabito. Seguimos construyendo el futuro para no dejar a nadie atrás.

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