Uno de los momentos más mágicos que existe en el teatro es ese minuto que sucede justo antes de iniciar la función, cuando acaba de sonar la última llamada, las luces se apagan y  el silencio cubre cada esquina del teatro. El talento tras escena respira y está alerta, el jefe técnico da la señal, se abre el telón, suena una nota musical y empieza “Una vez  la muerte no se podía bajar de un árbol”. 

Resulta fascinante pensar que todas y todos hemos estado cerca del teatro de alguna manera u otra: cuando estuvimos en la obra del “cole”, cuando llegaban montajes a nuestra comunidad, cuando imitamos a María y a Marcia con sus “Caras Vemos” en la fiesta familiar de fin de año, cuando alguna persona conocida está en una obra y vamos. Vamos con curiosidad y emoción, así como se deben enfrentar las artes escénicas. 

En el teatro cabemos todas las personas: Luis Fernando Gómez interpretando a Oscar Arnulfo Romero, LinManuel Miranda cantando el coro de lucha “Paciencia y Fé” desde Broadway a la comunidad Latina, cabe Chespirito en el Teatro Popular Melico Salazar, cabe Rolo Trejos que está hecho de teatro y pasión, cabe Chavela,  también cabe mi prima Xenia que hace teatro con el grupo de la iglesia y sobre todo cabemos todos los públicos que buscamos ser cautivados por la magia del teatro. 

Con escenarios o sin escenarios, seguimos contando historias, llegando a las personas por todos los medios posibles. Es hoy más que nunca que necesitamos el teatro, necesitamos conexión humana, necesitamos salir de las pantallas y ver el mundo en todas sus dimensiones. Hoy más que nunca necesitamos hacer de cada esquina nuestro escenario, para dialogar con todas las personas, para acompañarnos a través de las historias. Posiblemente el teatro no es ahorita lo que quisiéramos que sea, pero estoy convencida que esa resiliencia que nos caracteriza nos ha moldeado en mejores versiones de lo que hacíamos y que podemos construir con nuestras audiencias. 

Son días inciertos pero si de algo estoy convencida es de que nos necesitamos, que las personas necesitan el teatro para sus mentes y sus corazones. Estoy segura de que a través del teatro y las artes escénicas podemos sanar, podemos respirar y podemos construir nuevos mundos que tanto necesitamos ahora mismo. Para soñar, para recordar, para vivir… ¡no hay lugar como el teatro! Deseo  que ese silencio de los escenarios sea la antesala de una obra magnífica y vigorosa que ayude a fortalecer nuestra sanación y nuestra esperanza, que sea ese minuto antes de que empiece la función para que podamos mirar juntas y juntos a nuestro público antes de contarles nuevas historias, antes de fundirnos una vez más en esa calidez que solo el teatro puede entregarnos. Por lo pronto, las luces se apagan y  el silencio cubre cada esquina del teatro… ya casi empieza la función.

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