La industria aseguradora cumple dentro de una economía diversas funciones que resultan de suma relevancia, por lo cual se habla de que su importancia es estratégica en el ámbito social, económico, ambiental y personal.

No obstante, a diferencia de otros sectores, el vínculo entre el mercado asegurador y el crecimiento económico a nivel empírico no ha sido debidamente explotado. A nivel amplio, estudios sugieren que el desarrollo del mercado asegurador (tanto de vida como de no vida) tiene un efecto positivo sobre el crecimiento económico. Esto es trascendental dado que un mercado asegurador desarrollado conforme a estándares prudenciales internacionales permite administrar los riesgos de manera eficiente y, por ende, fomentar la productividad de las empresas y las personas.

La razón de tener la función aseguradora como parte del Estado, es que fungen como herramienta de política pública, ya que promueve el acceso a servicios básicos (como la salud) y reducen la vulnerabilidad de una población a través de seguros inclusivos, todo lo cual se traduce en crecimiento económico.

La transmisión de riesgos a entidades aseguradora y reaseguradoras de excelente reputación, y un buen contrato de seguros es la mejor protección ante pérdidas onerosas de las diferentes actividades económicas de un país, y sobre todo asumiendo esa función pública como un deber de un Estado que vela por la estabilidad y el bienestar de la sociedad.

Necesidad de fortalecer la cultura aseguradora

Cada vez que se nos afecta la economía personal, familiar o empresarial lo primero en cuestionarnos es ¿dónde bajar gastos? Aquí es cuando la pregunta de este titular tiene relevancia. Depende entonces de la cultura aseguradora que tengamos para dar respuesta a la incógnita.

Esa cultura de seguros consiste en realizar un análisis de riesgos con respecto a nuestro quehacer, antes de decidir qué gastos recortar, por cuanto la posibilidad de que nos ocurran imprevistos está presente en el diario vivir, y esos percances tienen consecuencias, pero también soluciones, la clave es valorar cuán probables y cuanto impacto monetario tendría si sucede.

A partir del conocimiento de esos riesgos y de su valoración, es que se puede saber cómo actuar y establecer planes para evitar que sucedan (prevenir), pero si es inevitable que ocurran, como un evento de la naturaleza, podamos disminuir el impacto económico (reducir), o bien que otro responda por esas pérdidas (transferir vía seguro), incluso podríamos definir que a pesar de conocerlos los podemos asumir (aceptar); en otras palabras, conocidos los posibles riesgos decidimos como gestionarlos. Aunque suene muy aplicado para los negocios, el ejercicio cabe en todo nuestro quehacer cotidiano.

Si este análisis de riesgos fuera un hábito, la cultura aseguradora en nuestro país tendría nota 100, así que la respuesta del titular se inclinaría hacia prevención; pero sabemos que pocas veces hacemos el ejercicio, por varias razones o no pensamos que los riesgos nos llegarían a afectar, o no dimensionamos todos los riesgos, es cuando la respuesta se inclina hacia el gasto. Pero cuidado, porque si el imprevisto ocurre, el gasto es mayor y el monto de ese imprevisto tendrá que ser asumido por nuestro propio bolsillo, además que la recuperación en tiempo de crisis no es nada fácil.

Los riesgos no desaparecen muy a pesar de la situación económica, al contrario se pueden incrementar o aparecer nuevos riesgos, por eso identifique de forma constante todo aquello que puede afectarle, analice la necesidad de protegerse de aquellos riesgos que de materializarse le impidan seguir generando sus ingresos y considere que el seguro es una herramienta de recuperación, que permite a las personas no caer en la pobreza, por cuanto si suceden los imprevistos, brinda el aporte económico correspondiente a esas pérdidas.

Una aseguradora que goce de buena reputación a nivel nacional e internacional, es la mejor garantía para que una población pueda desarrollar una fuerte cultura aseguradora la cual conlleva a mayor productividad, mayor tranquilidad y bienestar de las personas y empresas. De ahí la relevancia que las políticas públicas de un país en desarrollo siempre cuenten con una visión prospectiva de la prevención y protección que se requiere.

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