El pasado jueves 14 de enero la Asamblea Legislativa tomó la histórica decisión de otorgar a Don José Figueres Ferrer el título de héroe de la paz por su papel como impulsor en la abolición del ejército como institución permanente, garantía que se encuentra protegida en el artículo 12 de la Constitución Política.  Como de costumbre, las diferencias ideológicas no se hicieron tardar. Los partidarios del reconocimiento creían saldar una deuda histórica con la figura de Figueres, mientras que la oposición reprocha lo que considera una de las decisiones más ignominiosas en la historia de la Asamblea.  ¿Es Figueres el gran impulsor de la abolición del ejército o un sanguinario persecutor de la oposición?

Don Pepe, como le llamaban de cariño sus contemporáneos, sí impulsó la abolición del ejército. Entiéndase por impulsor aquel que promueve una idea, pero no necesariamente aquel que la descubre. Si de héroes hablamos, el verdadero pionero en la abolición del ejército fue don Fernando Lara Bustamante (1911- 1984), destacado abogado y político que integró la Comisión Redactora de la Constitución Política, y quien formuló inicialmente la iniciativa de abolir la institución castrense.

Injustamente la figura de Figueres acapara todos los créditos de la abolición del ejército, sin embargo, es gracias a la altruista idea de don Fernando que los costarricenses descansan con la tranquilidad de que sus hijos nunca serán soldados. Ya por su inerte magnitud, la imagen de Figueres permanecerá intacta para los costarricenses, sea o no considerado héroe de paz por la Asamblea Legislativa. El problema es que continúa perdiéndose entre libros viejos y carreras olvidadas el estudio de nuestra historia.

Figueres, firme a sus ideales políticos y económicos, persiguió fuertemente a la oposición en una época donde el categórico de comunista funcionaba como motivo suficiente de persecución. Se le reprocha ser el responsable de prohibir constitucionalmente la formación del Partido Comunista, y aunque las células socialistas continuaron en la clandestinidad bajo distintos nombres, a ninguna ideología política, sea de izquierda o de derecha, se le debe prohibir la participación activamente en la política, pues en eso consiste la democracia, en la justa competencia de ideales políticos. La democracia no se construye sin paz, y la paz no se puede construir sin respeto a todas las corrientes de pensamiento. Figueres supuso erróneamente que permitir el comunismo traería un conflicto bélico evitable, y la única forma de legitimar su decisión era través de la Constitución. Decenas de familias y ciudadanos costarricenses tuvieron que abandonar la tierra que los vio nacer, para morir olvidados en el ostracismo. Que diferente sería leer Los Cuentos de mi Tía Panchita sabiendo que su autora, Carmen Lyra, dio su último suspiro exiliada en México, privada de poder recitar sus obras en suelo costarricense.

Los diputados prescindieron de escuchar al Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica es un acto de total ignorancia que demuestra el desorden institucional del Estado. El Estado invierte millones en estudios e investigaciones históricas pero el Poder Legislativo puede ignorarlo a conveniencia...

El curul legislativo se ha convertido en escudo para engañar al pueblo, diciéndole que el ser diputados les convierte en semi dioses que todo lo saben y a nadie consultan, y en un arma para tomar decisiones populistas que alivien momentáneamente la más que justificada presión de la ciudadanía. Señores diputados, podrán engañarse a sí mismos y a una buena parte del pueblo costarricense, pero la verdad tarde o temprano sale siempre a la luz.

La historia no siempre es justa, claro está, pero las injusticias no permanecen ocultas por siempre, y esperemos que algún día la Asamblea Legislativa otorgue a don Fernando Lara el lugar que se merece en la historia de Costa Rica.

¿Está la Asamblea Legislativa dispuesta a enmendar su error histórico?

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