Lo que más causa asombro y lo que realmente tiene que causarnos conmoción de la toma del Capitolio por un grupo de simpatizantes de Donald Trump el pasado 6 de enero en los Estados Unidos, no necesariamente son las imágenes surrealistas de personajes disfrazados de vikingos o vestidos de camuflaje tomando las oficinas de congresistas, o bien los actos de violencia que ocasionaron dicha toma. A mi parecer lo realmente escandalizante es la forma en cómo estos hechos han tomado por sorpresa a diplomáticos, intelectuales y personajes políticos dentro y fuera de Estados Unidos, así como las reacciones que ha generado en nuestro país.

Son varias la razones por las que estos eventos no deben asombrarnos, ya que el gobierno de Estados Unidos ha perpetrado violencia, bombardeos, invasiones militares, intervenciones ilegitimas, golpes de Estados en todas partes del mundo, por esto no debe ser sorpresa que sus ciudadanos actúen en suelo local acorde a esta misma lógica de violencia exportada. En diciembre de 1963 un reportero le preguntó a Malcolm X cual era su opinión sobre el asesinato del presidente Kennedy en noviembre de ese mismo año, a lo que Malcolm respondió algo que mas o menos puede traducirse del ingles así: “nadie aquí puede negar que cuando sacas a tus gallinas del corral por la mañana, esas gallinas van a volver en la tarde a tu corral, no al corral del vecino. Este es un ejemplo de las gallinas del mal volviendo al corral, las gallinas que se han enviado, dada la violencia que se ha perpetrado en otros países, es la misma violencia que ha vuelto para reclamar a uno de los suyos, en este caso el presidente. Ahora, que siendo yo un granjero de niño, los pollos que volvían a casa al corral a dormir nunca me entristecían; solo me alegraron”.

El caso de la toma del Capitolio por simpatizantes de Trump es un ejemplo de lo que Malcolm X nos decía sobre “los pollos que vuelven a casa a dormir”, o como está dicho en la Biblia “cada quién cosecha lo que siembra”. Las prácticas modernas inflamatorias del país del norte tanto en la política exterior, contención de las manifestaciones sociales y la velocidad con la que los medios masivos de comunicación han vaciado de significado la verdad en favor de la producción, son condiciones por las cuales no deben extrañarnos estas masas fúricas que obedecen al imperativo de engullir simulaciones.

El filósofo francés Jean Baudrillard realizó predicciones tétricas sobre la situación en la que estamos viviendo, en varias de sus obras, pero principalmente en Las Estrategias Fatales de 1983. Este texto presenta un escenario donde la proliferación de lo obsceno en las sociedades de consumo, tiene como consecuencia el debacle del sujeto y el triunfo del objeto. Esta “muerte del sujeto” se da en un mundo de objetos tan completamente fuera de control que supera todos los intentos por comprenderlo, controlarlo y darle sentido.

La proliferación y supremacía de los objetos sobre los sujetos y el triunfo de los objetos que se superan a sí mismos, crecen y se expanden hasta generar una suerte de “éxtasis de los objetos” es valorado como la idea del “éxtasis más allá de uno mismo”. Esto genera que lo bello como más bello sea entendido como lo bello en la moda, el sexo más sexual que el sexo es la pornografía, lo real más real es lo real en la televisión, entonces lo político más político reside en los tweets de Donald Trump.

El mundo de los objetos de Baudrillard se vuelve realidad en los Estados Unidos de Trump, donde el presidente realiza publicaciones diarias en Twitter sobre sus pensamientos soeces, agresiones y actuaciones triviales, disfrazadas de glorioso patriotismo. Los principales medios de comunicación son cómplices de estas atrocidades, ya que, extasiados por la efectividad de sus técnicas publicitarias de consumo, dejan que todo esto pase, revelando odio, mentiras y reproduciendo conspiraciones tan abstraídas de la realidad consensuada, creando una suerte de hiperrealidad y concretando no solo la muerte del sujeto que predijo Baudrillard, si no como consecuencia la muerte del sentido.

Entonces surge la importante pregunta sobre ¿Qué podemos hacer con estos objetos que no tienen sentido? ¿Cómo podemos comportarnos frente a la evacuación del sentido? De forma inmediata hay una serie de actos que pueden darse como respuesta a estos hechos, podemos verlos como un juego, un espectáculo o ser totalmente pasivos ante ellos. Tomarlo como un juego podría verse como flashmob o “multitud relámpago”, es decir como una actuación o show organizado por un grupo de personas que se reúne en un lugar público a realizar algo inusual y luego dispersarse inmediatamente. Estos espectáculos sin sentido se organizan con el propósito de divertirse a manera de coreografía o performance artístico y tienen un modus operandi muy similar a como fueron llevadas a cabo estas manifestaciones violentas en la toma del Capitolio.

La práctica restante es lo que Baudrillard denominaba la resistencia a través de la pasividad, es decir rehusarse a jugar, similar al título de una película de comedia de los años 70 que fue slogan del movimiento anti-guerra en Vietnam en los Estados Unidos, su título era: Supongamos que se declara la guerra y nadie llega. En lugar de intentar enganchar en la narrativa bélica de la cultura postmoderna de consumo masivo o de responder ante esta con frustración y angustia y tratar de cambiar las cosas con un voluntarismo mágico de buena fe, pero dañino, Baudrillard apoyaba el rechazo de esta narrativa como una resistencia pasiva total y solo así como en la guerra que se declara y nadie llega a combatirla, esta guerra contra el sentido simplemente va a detenerse y dejará de existir.

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