“Si tenemos el poder de crear una nueva era geológica, también tenemos el poder de optar por el cambio. Somos nuestra principal esperanza”.

La invasión humana de los hábitats silvestres acrecienta el riesgo de contagio de virus desconocidos que pueden propagarse por todo el mundo en un instante y costar millones de vidas. Las emisiones de carbono de fábricas pueden contribuir a que se desaten incendios en el otro hemisferio. El plástico abandonado en la calle de una ciudad puede bloquear los cursos de agua y poner en peligro la vida marina en un litoral distante. Lo anterior, muestra la interrelación de los efectos de la huella planetaria ocasionada por las personas en la Era del Antropoceno, o la Era de los Seres Humanos, en la que hemos alterado los sistemas necesarios para mantener la vida en la Tierra.

El más reciente Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) evidencia los crecientes impactos generados por el ser humano a la naturaleza, acelerados y agravados en los últimos años, y el riesgo que representan sus efectos para un futuro común, especialmente en momentos en que se diseñan estrategias para la recuperación, frente a la crisis socio económica sin precedentes que afecta al mundo entero, producto de la pandemia por COVID-19.

Por lo anterior, el Informe innova incorporando una nueva métrica, el Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias (IDH-P) que ajusta la medición del desarrollo humano a partir de dos indicadores clave, las emisiones de dióxido de carbono per cápita y la medición de la huella material per cápita; lo que representa un cambio fundamental al paradigma del desarrollo establecido por el PNUD hace 30 años. Bajo esta nueva medición, Costa Rica es el país con mayor ganancia de posiciones, pasando del lugar 62 al 25, subiendo 37 puestos y confirmando el resultado de los esfuerzos que se han realizado por volver sinérgicos el desarrollo económico y la protección del medio ambiente. En esta era de crisis existencial para la humanidad, no es admisible el falso dilema entre protección de las personas o protección de la naturaleza; ni siquiera deberíamos conformarnos con afirmar que nuestras acciones protegen a las personas y a la naturaleza. Debemos ir más allá, derribando estereotipos y convencernos que proteger a la naturaleza es proteger a las personas. Y llevándolo al terreno del combate de la crisis climática, se debe superar aquella presunta dicotomía “o acción climática o desarrollo” y dar paso a la convicción de que “acción climática es desarrollo”, como visionariamente lo recoge el Plan Nacional de Descarbonización de Costa Rica.

Tradicionalmente el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ha reflejado el comportamiento de indicadores en salud, educación y el nivel de vida de los países. Costa Rica se sitúa en esta ocasión en el puesto número 62, y muestra un ascenso en la categoría de Desarrollo Humano Alto a Muy Alto respecto al año anterior.  Sin embargo, cuando el IDH se ajusta por desigualdad, Costa Rica pierde 11 posiciones, pasando de 0,810 a 0,661, lo que muestra un gran desafío para el modelo de desarrollo del país, que sigue siendo excluyente. Además, el Índice de Desarrollo de Género y el Índice de Desigualdad de Género muestran la imperiosa necesidad de trabajar más por hacer real la igualdad de derecho y oportunidades entre hombres y mujeres, especialmente en materia de salud sexual y reproductiva, su empoderamiento en todos los ámbitos, el acceso igualitario al trabajo y las oportunidades de desarrollo.

El nuevo ajuste por presiones planetarias nos cuestiona sobre el futuro del mundo al que aspiramos y nos sugiere cómo podemos construirlo. Nos plantea las posibilidades de ampliar las soluciones basadas en la naturaleza; la reorientación de las prioridades de financiamiento y la articulación indispensable entre lo social, la tecnología y la ciencia.

La interrelación entre múltiples actores sociales se presenta también como un mecanismo para construir colectivamente junto a los gobiernos nacionales y locales.  Promover esta interrelación es una de las claves de esta nueva propuesta social que considera alternativas innovadoras basadas en el diseño de una nueva arquitectura institucional y la implementación de modelos de comportamiento disruptivo, donde la participación del sector privado, las organizaciones de la sociedad civil, la academia y las comunidades es indispensable.

El acompañamiento estratégico proporcionado por el PNUD en áreas de conservación, innovación y desarrollo humano, y muy especialmente, la determinación del país para cumplir con la ruta trazada por el acuerdo global de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, representan una nueva oportunidad para apoyar a Costa Rica en la transformación de su relación con la naturaleza a favor de las personas, el planeta y la prosperidad.

Desde PNUD hemos cuestionado, desde hace algunos años, los modelos tradicionales de crecimiento económico lineal y hemos acompañado al país en la ruta hacia economías circulares, inclusivas y más sostenibles, para lograr mucho más bienestar para más personas con menos desperdicio en lo que producimos y consumimos. 2020 evidenció la vulnerabilidad de un modelo de desarrollo excluyente e insostenible. Es momento de aprender de esta dura experiencia para prevenir, actuar y proponer acciones y políticas que apunten a un nuevo modelo de desarrollo respetuoso de la naturaleza e incluyente de todas y todos, donde nadie se quede atrás.

Es urgente reconocer la gravedad de la situación planetaria y asumir nuestra responsabilidad como especie, sabiendo que nuestras decisiones y acciones afectan irremediablemente el futuro de toda la vida en el planeta, incluyendo la nuestra. Buscamos apoyar a Costa Rica en este proceso y capitalizar el conocimiento global al servicio del país, contribuyendo a la ejecución de programas que impulsan la toma de conciencia y la acción en favor del desarrollo humano, el bienestar de las personas y la preservación del planeta.

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