El amor, vaya problema. O solución. Todo depende desde dónde lo miremos, o desde dónde nos mire. Qué tema más olvidado, en plena pandemia en plena crisis económica. ¿El amor mueve montañas? O las montañas se nos mueven cuando estamos enamorados. ¿Estamos enamorados? O simplemente nos enamoran.
En la antigua Grecia decía Empédocles que todo estaba constituido de cuatro elementos, estos eran: agua, aire, tierra y fuego. El amor los une y la discordia los separa, es así como tenemos el primer punto del amor, que el amor une. Algo nos deja claro esto primero, es que el tenemos una unión inicial esa relación que siempre está dada por esa metafísica del amor. Esa parte que nunca nos cierra, ni con datos estadísticos o biológicos. Hay algo siempre que se queda esperando, ahí escondido, que no se le muestra a la ciencia. O que no queremos que se muestre. Y no lo hará.
El amor nos ha dado tanto de qué hablar, tanto de que escribir. Miles o millones de baladas dedicadas miles de obras hechas. Según Schopenhauer en el fondo es un engaño para que el instinto de especie se coloque sobre nosotros y evitemos la individualidad para reproducirnos. ¿Cabe en el siglo XXI una explicación así? No lo se, pero en definitiva al ritmo que vamos habrá que ver qué ocurrirá cuando la reproducción no sea vinculada con el amor.
Existe una vieja balada medieval danesa, en donde se cuenta la historia de un amor imposible que además se vuelve trágico. Una joven Hellelil quien es la hija de un noble, se enamora de uno de sus doce guardias quien es un príncipe de Inglaterra de nombre Hildebrand. La historia termina con nuestro novio muriendo y llevándose consigo al padre y a seis de los siete hermanos. Él no tenía la clase suficiente según su padre para ser un pretendiente de su hija.
La política y la economía viven relacionadas con el amor, ellas desde el inicio han marcado en todas sociedades y dictado muchas de las relaciones que se crean. Ahora hagamos retrospectiva, ¿hoy vivimos fuera de esto? ¿Hay algún padre al cual enfrentarnos a duelo? Bueno, más allá de un familiar en contra, existen mecanismos que dictan la idoneidad para el novio o la novia. El negocio dentro de una sociedad capitalista es lo central, ¿no? Es así como muchos eligen a sus cónyuges; hacen negocio y al final mueren felices, pensando que estuvieron en el amor, cuando en realidad se la pasaron haciendo negocio. Siempre, el amor de buenas a primeras es por definición an-económico.
Cuanto menos nos convenga nos impulsa más el deseo de lo inconveniente. Así es el amor, algo nos lleva. Uno cuando ama lucha con la lógica. Somos víctimas de la pasión (padecer, según su origen latín), por ellos somos pasivos y nos envuelve en ese manto el amor. Nos dejamos llevar por Eros quien nos dispara y nosotros simplemente nos enamoramos.
Hoy cupido está institucionalizado, él se viste de aplicación de teléfono que nos da opciones a la redonda. Muchas veces nos brinda oportunidades en redes sociales. Estas que muestran lo mejor de nosotros. Como productos de mercadotecnia nos mostramos en un estante bonito y estandarizado para todos, que brinda más o menos me gusta. Según Zizek tenemos grandes inconvenientes con esto, y es esa chispa final que enciende el amor. Nosotros adoramos la imperfección sobre lo liso y pulido. Esa diferencia que cambia la perfección, que la anula. Esto no se muestra en las redes sociales. Y esto también conlleva a una gran decepción cuando conocemos la realidad de ese otro. Esos problemas que no se tenían cartografiados en el inicio y que comienzan a salir. Son tiempos muy interesantes para ver los grandes cambios en todos los paradigmas del amor. ¿O cambian los paradigmas?, o ¿cambian los medios para enamorarnos?
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