“Somos sostenedores definidos del ideal de un nuevo mundo en América. A esa patria de Washington, Lincoln, Bolívar y Martí queremos hoy decirle: oh, América, otros pueblos, hijos tuyos también, te ofrendan sus grandezas. La pequeña Costa Rica desea ofrecerte siempre, como ahora, junto con su corazón, su amor a la civilidad, a la democracia.” Con esta frase, Figueres Ferrer dibujó la Costa Rica del futuro. La Patria que declara su amor a la democracia.
Al expresidente de la República Luis Alberto Monge, en una entrevista se le solicitó que se refiriera al fundador de la Segunda República. Don Luis Alberto respondió: “Hay una Costa Rica antes de Figueres y otra Costa Rica después de Figueres”.
Conversar sobre la abolición del ejército es hablar de Figueres. Con orgullo para nosotros y desde la humildad de don Pepe. Un general victorioso que desde su poder militar absoluto y, como líder popular de la guerra civil de 1948, disolvió la institución militar que le permitiría perpetuarse en el poder. Esta lección de democracia se escribe en las páginas de historia de la humanidad.
Con razón, por iniciativa del actual presidente de la Asamblea Legislativa, el compañero diputado Eduardo Cruickshank, ha promovido un proyecto de ley para declarar a José Figueres Ferrer como “Héroe de la paz”. Esta propuesta cuenta con todo mi apoyo y aspiro a que sea aprobada por unanimidad.
Gracias a la acción de Figueres somos un pueblo pionero en el impulso de iniciativas de paz y en la abolición de las armas.
Reseño que el Premio Nobel de la Paz, el expresidente, Óscar Arias Sánchez es heredero natural e impulsor de la visión de paz universal. Don Óscar fue promotor directo de la abolición del ejército en Panamá y Haití.
Don Pepe puso oídos en el alma costarricense. Entendió su vocación de paz, logró que floreciera la democracia. Acompañó la necesidad de garantizar la justicia social y asentó en la educación la posibilidad de la movilidad social.
Tenemos la dicha de no haber estado sometidos a una dictadura militar en casi un siglo. El pasado 12 de agosto, se cumplieron 101 años de la caída del último gobierno militar de nuestra historia, el de Federico Tinoco. La decisión de abolir el Ejército debe observarse como la apuesta de una visión de un modelo de desarrollo.
Nuestro país en 1948 contaba con una población de 800.000 habitantes, un 50% vivía en pobreza y su promedio de vida, era de 50 años. La Costa Rica descalza que tanto preocupaba a don Pepe dedicaba el 10% de su producto de ingreso a la institución castrense. Con el mazazo al Cuartel Bellavista, el general victorioso sentenció que el dinero que se gastaba en el ejército debía invertirse en salud y educación.
Hoy, somos la sociedad que nos legó esa decisión de Pepe Figueres. Un pueblo sin descalzos que invierte el 7,14 % del PIB en educación y el 7,6% en salud. Esto, sin tener en consideración los recursos que invertimos en instituciones de bienestar social. Nuestro promedio de vida actual se calcula casi en 82 años.
Somos herederos de la historia. La transición hacia la consolidación de la democracia se logró con justicia social. Desde 1948 a la fecha, hemos celebrado 18 procesos electorales cada cuatro años sin interrupción. La abolición del ejército otorgó los recursos económicos para garantizar el modelo de sociedad que Figueres Ferrer soñó. Las reformas sociales de Calderón Guardia encontraron el sustento económico. La Universidad de Costa Rica tuvo su desarrollo como gestor de movilidad social. A pesar de los hechos bélicos de 1948, en el pacto de Ochomogo se firmó algo más que la paz militar. Se suscribió el compromiso para la nueva Costa Rica.
Las generaciones en adelante tenemos el deber moral de agradecer con amor y el coraje de José Figueres Ferrer por la decisión de renunciar a las fuerzas armadas y abrir el espacio a la educación y a la salud.
Ambos senderos sociales están a prueba en la pandemia sanitaria del 2020. Costa Rica puede observar que su realidad es diferente al escenario que presenta la mayoría de nuestros pueblos hermanos.
Una cosa es actuar ante el momento y sus desafíos; otra adelantarse a los tiempos, abrazar y acelerar la historia. José Figueres Ferrer no descuidó lo primero, pero impulsó lo segundo al abolir el Ejército y su visión hoy es nuestra identidad.
Celebrar el 1 de diciembre para conmemorar la abolición del ejército es hacer justicia con la figura del gran Pepe Figueres.
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