El planeta, la Tierra, los terrícolas, y demás especies que habitan junto a nosotros, hemos recibido en estos días una muy buena noticia.

Los ojos de muchas personas estuvieron atentos al desarrollo y desenlace de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Más allá de los histriónico y/ó cuestionable de sus protagonistas; dejando de lado las más que ponderables repercusiones geopolíticas, y mirando muy de lejos las pócimas conspiparanoicas, lo que estaba pendiendo de un hilo muy fino, eran de una u otra manera, los cimientos del futuro de nuestra especie en el que, de momento tenemos confirmado, es el único planeta que podemos habitar.

El presidente saliente de la considerada economía más grande del mundo, había tenido el irresponsable, egoísta, absurdo y comprometedor desacierto de darle la espalda, como nación, al histórico Acuerdo de París, principal tratado para “combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono”.

El presidente de tercera categoría, promovió desde el templo de su soberbia, ignorancia y escaso liderazgo, que el gigante de norte américa, responsable de emitir cerca del 15% del total de gases de efecto invernadero (GEIS), se convirtiera en el primer país en retirarse formalmente de este necesario acuerdo planetario.

Dichosamente los finales felices fueron imaginados para que sucedieran. Y el de ésta contienda es uno de ellos. Algunas veces “la vida nos besa en la boca” decían.

Habiendo sido derrotado tan desventurado personaje de la historia moderna, los Yankees se prestan a estrenar un nuevo líder. Uno en el papel más mesurado, más gente en principio, y sospechamos menos tonto, con diferencia. Un líder que el 4 de noviembre del presente año, al ser anunciado el vergonzoso hito del abandono de EEUU de lo acordado en el COP21 de París, mandaba una señal de esperanza al indicar que, en exactamente 77 días, el país volvería a unirse a dicho tratado, por supuesto, bajo su augurada y esperada administración.

Iniciaremos el año 2021 con 12 meses de experiencia pandémica y muchas lecciones aprendidas. Esperamos que mucho más finos y responsables en la gestión del riesgo que la enfermedad supone. Además, viviremos en un mundo donde los líderes de las principales economías, que en su conjunto generan el 40% de GEIS (China y EEUU) muestran y manifiestan un compromiso real y una agenda para revertir, compensar, minimizar y aplacar el impacto que los humanos generamos en el planeta.

La meta de transformar la economía como la conocemos, la quimera de incorporar la circularidad y fomentar la sustentabilidad en los sistemas, la urgente necesidad de mantener la temperatura media de la Tierra por debajo de 1,5 grados centígrados para evitar repercusiones catastróficas, parece hoy día, mucho más posible, mucho más real, mucho más alcanzable, que semanas o meses atrás. Es por esto, que todos, en el rincón que sea del mundo, tenemos un muy buen motivo para bailar. Y para celebrar.

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