En dos siglos, la humanidad ha dado saltos tecnológicos inimaginables, principalmente en el área de la comunicación, que a principio de los 1800 no conocía más que un cable telefónico y hoy presenciamos una sociedad hiperconectada alrededor de todo el mundo.

La conectividad entre las personas, desde un periódico local hasta el uso masivo de redes sociales, es lo que permitió nacer a la publicidad y gestó su gran auge al enlazar masas bajo un mismo mensaje.

Sin embargo, la forma en que la tecnología transforma a los consumidores nos ha atropellado, el mundo cambia más rápido de lo que podemos adaptar nuestras estructuras y el último golpe ha sido la crisis del COVID-19.

Encarrilados en el proceso de transformación digital y virtualización de operaciones, la mayoría de las empresas mantenían un paso cauteloso y sostenido, pero el 2020 se encargó de acelerar el ritmo y ante el aislamiento social impuesto por las autoridades de salud en el mundo, se hizo necesario reestructurar y replantear prácticamente todas las áreas de las empresas.

Una de ellas, clave para la supervivencia de los negocios, es la estructura de comunicación con sus clientes, de seguimiento a sus necesidades y de ventas. Lo que tradicionalmente reconocemos como publicidad.

La publicidad no ha muerto, al contrario, cada día la relación con los clientes es más estrecha, más íntima. Pero se ha transformado por completo, especialmente en las últimas semanas, donde todos los hábitos de consumo, los espacios frecuentes y las necesidades de la población, dieron un giro inesperado.

La pandemia mundial por el coronavirus ha devuelto a la industria a replantear las preguntas más básicas: ¿Qué consumen las personas? ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Adónde van? ¿Qué les gusta hacer en su tiempo libre?

Hay pocos cines abiertos, por ejemplo, donde se puedan colocar anuncios antes de las películas; las activaciones en bares y eventos masivos también se han esfumado temporalmente. Por mencionar solamente dos ejemplos de espacios de consumo masivo que, al día de hoy, dejaron de representar un canal de comunicación.

Por ahora, visualizamos algunas tendencias que pueden orientar la oferta de productos y servicios para empatar con esta nueva visión de mundo de los consumidores. Primero, las prioridades actuales seguirán siendo la salud y la seguridad, por lo que los hábitos de consumo se mantendrán en su mayoría virtuales.

Así, el e-commerce y las experiencias on-line deben fortalecerse, las promesas de venta alinearse a estas estructuras para mantener la satisfacción del cliente, y la creatividad replantear los puntos de atención para vender.

La pandemia además nos ha hecho más conscientes de las necesidades sociales que nos rodean, así como del estado del medio ambiente. Esto genera una oportunidad para generar campañas de impacto positivo sobre diversas causas, involucrar a nuestro público y crear comunidad.

Por último, es indispensable aplicar todas estas reflexiones también a lo interno de nuestras empresas. El equipo de colaboradores es parte vital de la construcción de esta nueva estructura de comunicación, pero ellos también atraviesan el cambio y necesitan entender de dónde viene y hacia dónde va.

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