¡Abrid los ojos!, ¡firme la mano en el timón! - estamos dejando atrás, navegando derechamente sobre ella, sobre la moral, con ello tal vez aplastemos, machaquemos nuestro propio residuo de moralidad

F. Nietzsche

Para unos murió un ídolo, para otros, murió un agresor. Para unos murió un deportista, para otros murió un drogadicto. Maradona fue una persona que hizo historia, con su alta dosis de errores y polémica. Cuestión de perspectiva.

Con el presente escrito no pretendo estar a favor o en contra de este personaje, pues la intención no es crucificar o endiosar su figura —lo cual, irónicamente, ha sucedido conjuntamente en la historia—. Más bien, lo que despierta mi curiosidad es estimular el punto ciego de percepción. Ver más allá, analizar lo que me gustaría denominar, una moral tuerta.

Empiezo por ahí mismo, la moral. Y es que, precisamente, este es el factor que desata los comentarios más heterogéneos, según nos convenga, como veremos más adelante.

Para lo anterior, me valgo de algunos ejemplos tomados de una encuesta en redes sociales, donde logré captar ciertas opiniones, frente a la pregunta: ¿se puede separar el arte de su artista? Algunas de ellas son las siguientes: “Se puede separar el humano de su carrera cuando no daña la integridad de otra”. “No se puede predicar algo y hacer totalmente lo contrario, no es ético”. “Las personas deben de ser responsables de sus propias acciones”, “Sí, como artista o creador, uno debería separarse de su obra, por prudencia o conveniencia”.

Es probable que, desde una óptica realista, existan tantos buenos argumentos para unos, como para los otros. Sin embargo, acá no reposa el problema. El problema, creo yo, se trata mas bien, cuando algunos argumentos se toman como hechos únicos y absolutos, en detrimento de la posibilidad de las restantes personas de criticarlos o examinarlos públicamente, sin ser expuestos a la burla, a la censura o a la agresión.

Lo que sí pretendo, y así poder responder la pregunta que impulsa estas líneas, es aprender a ver las dos caras de la moneda.

¿Cómo se podría defender una persona que, en este caso concreto, ataca la posición de no separar la obra de su artista, escudándose en argumentos con los que pretende defender la integridad de la mujer, pero, por otro lado, en una noche de tragos, corea a todo pulmón las canciones de artistas con una letra que, claramente, cosifica a la mujer al ritmo del género urbano?

La moral tuerta no es más que una moral a conveniencia, una moral donde con un ojo vemos lo que queremos, y con el otro nos cegamos frente a lo que no nos agrada. Las personas no siempre son morales, lo cual tampoco implica que sean inmorales, sino que, realizan acciones o conductas morales o inmorales según diferentes contextos, lo cual es muy distinto.

Pocos admitirán públicamente que la hipocresía y la deshonestidad son ingredientes, a veces necesarios, del trabajo al cual dedican sus vidas.

Separar la obra de su artista no significa estar a favor o en contra del mismo, pues esto resultaría imposible, ya que son dos personas distintas. No existe una esencia de la persona. Podemos estar de acuerdo con algunas conductas, y con otras no. Debemos de ser particularmente cuidadosos con no caer en la falacia del todo. Sería un semillero del absurdo.

Las consideraciones que efectúo no pretenden atacar a ciertas personas, dado el contexto en el cual las escribo. No importa de dónde provengan los absurdos, las falacias, los sin sentidos o los extremos. Ellos se combaten por igual en la medida de las fuerzas propias.

Todo esto lo digo desde una óptica antinatural, donde emitir una opinión presupone no solo exponerse a presiones sociales, modas y un deseo intrínseco de encajar, sino también presupone estar alerta y en guardia contra uno mismo. Intentar emanciparse de esa moral extremista, pues realmente no existe en nosotros.

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