Estamos ante una coyuntura muy sensible política y socialmente. La situación demanda una respuesta sincera y eficaz de todos los sectores democráticos del país, al diálogo y la negociación, en búsqueda de soluciones oportunas y efectivas, con vista a una realidad apremiante de carácter sanitario y económico —que está ahí— y que no admite prórrogas.

Constato, sin embargo, con mucha preocupación, que ciertos sectores, tradicionalmente progresistas y democráticos, se alían de hecho con representantes de los grupos más conservadores y retrógrados del país, en una protesta que parece carecer de norte y claridad. Aparte del desgaste y del desprestigio que esta actitud les pueda acarrear, esta posición —de alta miopía política—, resulta sumamente peligrosa para la paz y el futuro del país.

No se nos puede pasar por alto, que la propuesta inicial al Fondo Monetario Internacional (FMI) poseía algunos componentes tributarios que deben ser corregidos, pero el Gobierno lo ha reconocido y ha retirado la propuesta original, y a cambio ofrece negociar otras alternativas con amplios sectores económicos y sociales, en una discusión abierta y respaldada, entre otros, por la Asamblea de los Trabajadores del Banco Popular y con la facilitación objetiva, del director del Programa Estado de la Nación, de CONARE. Es decir, se busca salida y solución.

Los problemas que vive el país, se deben a errores y omisiones sin respuestas durante décadas, y siempre con ausencia oportuna de decisiones adecuadas a lo largo de prácticamente el último medio siglo.  Carlos Alvarado y el PAC no son más que los actores del momento, que también no son ajenos a errores, pero que han puesto sobre la mesa su voluntad de dialogar y corregir.

En estos momentos, negarse a dialogar ante la muestra de buena voluntad y deseo de resolver los conflictos, es por lo menos, incomprensible e inaceptable. Si los sectores progresistas no colaboran en ese diálogo y en la búsqueda de consensos y soluciones de interés nacional, serán también responsables del desastre probable, y de un eventual rebrote de la derecha extrema y fundamentalista, que estuvo a punto de tomar el poder en las últimas elecciones.

Es el momento de anteponer el país a las pasiones, a los fanatismos de todo tipo, y a los cálculos mezquinos de tipo personal, corporativo, gremial y/o partidario. Es el momento de ceder en lo que corresponda, para salvar lo esencial del Estado Social de Derecho, y seguir avanzando en la Costa Rica que nos pertenece a todos.

No pertenezco a ningún partido político ni tengo aspiraciones en ese campo. Por eso precisamente, como ciudadano común hago un llamado a la prevalencia de la cordura y la buena voluntad. Es la hora de negociar y ceder, para que se concrete en bien del interés nacional, aquel dicho de nuestra juventud “demos un paso atrás para conseguir dos pasos adelante”.

Ya vendrán con la buena voluntad de todos, mejores tiempos de unión, paz y sensatez, que nos permitan trazar en común las grandes líneas del ideal nacional de la gran Costa Rica, y su hoja de ruta. Ahora con humildad, honradez y sinceridad asumamos la tarea de las soluciones por la vía del diálogo, con un único testigo, el gran ideal de la Patria.

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