No soy estadounidense, no vivo allí. Pero me gusta, en general, la gente de Estados Unidos. Ya no soy lo que se podría llamar un joven, pero he visto pasar la historia de Estados Unidos en al menos cinco décadas y, con el debido respeto, he notado un declive significativo, en la forma y la sustancia en la que la política de ese país se hace ahora. La cultura no me preocupa, porque su esencia es mutar y seguir el pulso de los tiempos incluso a nivel contracultural hasta que luego pasa a formar parte del mainstream. Lo que no puedo conciliar en mi mente es que las opiniones se convierten en hechos, eso es el inicio del declive de un imperio, cualquier imperio, porque es ingenuo, implica que el mundo subjetivo puede cambiar la realidad objetiva, y desde cualquier punto de vista, esa negación es absurda. Hay una brecha educativa importante en lo que algunas personas llaman América, los menos favorecidos y descontentos son capaces de aferrarse a un hierro hirviendo como salvavidas, porque necesitan una especie de mesías en medio de su desesperación, pero, sobre todo, necesitan a alguien a quienes culpar; y si se les ofrece chivos expiatorios por su falta de logros y acciones tontas, los niveles de fanatismo subirán por las nubes. Porque para ellos, los demás tienen la culpa, nunca admitirán que parte (y mucho) de lo que ha sucedido con sus vidas se debe a sus propias decisiones y falta de objetivos.
A veces, cuando las tardes son serenas, me siento un poco empático, y trato de ponerme en el lugar de todos sus habitantes, me duele especialmente cuando se desprecia la ciencia. Luego me espabilo, dejo de soñar despierto y me recuerdo que todos los países tenemos problemas que resolver empezando por casa y busco esperanza entre tanta confusión.
Personalmente, me cuesta comprender cómo alguien puede llamar estúpido al Dr. Anthony Fauci, es una autoridad reconocida e indiscutible en su campo, libre de toda influencia política. Un héroe estadounidense en todos los sentidos de la palabra. Tiene 79 años y ninguna intención de detenerse, no teme enfrentarse a lo que los gringos llaman el establishment. Como virólogo y clínico, Fauci logró avances significativos en la comprensión de cómo el VIH destruye el sistema inmunitario del cuerpo y ayudó a desarrollar estrategias para reforzar las defensas. Más tarde, fue un arquitecto clave del Plan de Emergencia para el Alivio del Sida, del ex presidente George W. Bush, un programa que ahora funciona en más de 50 países y salvó millones de vidas en todo el mundo en desarrollo. Esa epidemia lo preparó, como a pocos, para enfrentar el COVID 19.
La vacuna llegará, es cuestión de tiempo, eventualmente la cura también, pero, mientras tanto, los países pobres vamos a sufrir mucho, hay quienes tienen que arriesgarse más, la desigualdad social existe, una vez lo dije en un foro público, y todavía estoy tratando de apagar las chispas de las antorchas de los aldeanos que venían por el monstruo en que me convirtieron.
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