Me sobra escepticismo y me falta esperanza. Pero ¿cómo no?

Mientras los sindicatos educativos anuncian huelgas ilegales y que representan un peligro a la salud por la pandemia, los estudiantes siguen desapareciendo de las aulas a un ritmo alarmante. Hoy hay más casos de deserción del sistema educativo (casi 100 mil)  que de Covid-19 en el país (81 mil). Para la primera mitad del año, en promedio, entre 3000-3500 de jóvenes por semana abandonaban su educación formal. Si le sumamos los 50 mil jóvenes que ya estaban fuera del sistema educativo antes que la pandemia empezará, tal vez podamos dimensionar el problema de otra manera.

Mientras la cantina del pueblo y los bares de la “Cali” ya puede romper el candado y desempolvar las botellas, con música instrumental eso sí y no vaya a ser que alguien se le ocurra bailar, los niños seguirán encerrados en su casa sin poder estudiar. Según el Programa Estado de la Nación, apenas el 55% de los 1,2 millones de escolares y colegiales tienen las condiciones necesarias para atender a clases virtuales consistentemente. Mientras que, según la Defensoría de los Habitantes, 81% de la población en zonas indígenas de Costa Rica no cuenta con un dispositivo electrónico, y mucho menos una conexión estable a internet. La juventud no puede ir a los bares ni a las escuelas, entonces ¿qué van a hacer?

Mientras se anuncian la apertura de los casinos, con platos y vasos desechables eso sí, los parques y sitios de recreo público siguen cerrados. La posibilidad de transmisión del virus en espacios abiertos ha sido comprobado que es realmente baja, lo contrario para espacios cerrados, sin ventanas abiertas, con mala iluminación natural ¿Será que nadie del ministerio de salud nunca ha ido a un casino o un mall? ¿Se pueden desinfectar los casinos cada hora, y supervisar todos los bares del país, pero las municipalidades no pueden invertir un poquito para permitir que las áreas verdes de los parques estén habilitadas? ¿No era que les importaba la salud mental y física de las personas?

Mientras la iglesia toma el liderazgo del diálogo, dicen que sin querer queriendo eso sí, la Asamblea Legislativa está en un pleito de escuelita sobre qué puertas se pueden usar y cuáles no. Sin propuestas concretas, con un receso de dos semanas a la vuelta, esperando que el otro resuelva, indiferente, sin empatía, el primer poder de la República sigue decepcionando, y para consolarlos por su ardua labor, un edificio para estrenar.

Mientras el populismo toma fuerza, infringiendo los derechos de los demás, negando la ciencia, recetándonos gotitas de limón, y permitiendo los actos vandálicos, la mayoría del gabinete de este gobierno ha sido silenciado y mandado a engavetar. Los y las conocemos casi solo por sus desaciertos y algunos por cuestionadas acciones, y mientras tanto en las calles nos están secuestrando la democracia. Ya sucedió en los dos países más grandes del continente, Brasil y Estados Unidos, y parece que vamos en el mismo camino. Ante los vacíos de poder, los oportunistas “restauradores” abundan.

¿Cuáles son las prioridades de este país? ¿Dónde están los y las líderes que necesitamos? ¿Cuándo nos empezamos a equivocar tanto? Seguimos sin hablar de las cosas que importan. Urge el liderazgo fresco. Urge el diálogo. A siete meses de haber iniciado esta crisis , me sobra escepticismo y me falta esperanza.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.