Jose Miguel Corrales, Célimo Guido, Oscar Campos (Diputado 58) y Albino Vargas con el apoyo de varios sindicatos lideran las protestas que pretenden defendernos a todos, a pesar de no tener un planteamiento serio y claro de posibles soluciones.

El planteamiento de sus objetivos fue difuso desde su origen, pero se entendía que era en abierta oposición al plan de reformas que presentó el Ejecutivo como antesala de las negociaciones para un crédito del FMI.

No debe perderse de vista que tales negociaciones con el FMI ni siquiera han iniciado aún y que respecto al plan inicial anunciado, no hubo, ni hay, ningún proyecto de ley presentado en la Asamblea Legislativa. Ni siquiera hubo alguno redactado. Tampoco podemos ignorar algo tan básico como lo es el hecho de que el gobierno lo que presentó fue el enunciado de una serie reformas que para que pasen, debían ser aprobadas por el Poder Legislativo.

Desde los primeros días que las medidas fueron hechas públicas, no hubo ningún clima de aceptación por parte de las diferentes fracciones diferentes del oficialismo. En otras palabras, siendo que la fracción del PAC se encuentra muy lejos de poder alcanzar una mayoría simple de votos, era muy fácil entender que, tal y como estaban planteadas, las reformas anunciadas no tenían ninguna viabilidad política de ser aprobadas. De ahí que grave error del gobierno el anuncio tardío del retiro de dicha propuesta, pues con o sin manifestaciones, las mismas sencillamente no podían seguir adelante.

En este sentido, las manifestaciones violentas y los bloqueos desde que iniciaron han sido un sinsentido y no van hacia ninguna parte más que dañar al país y a tantas personas que dicen defender y poner en riesgo de contagio a muchos en pleno pico de la pandemia. Se han afectado a cientos de empresas agrícolas, turísticas, de industria y de comercio que dan empleo a miles de personas y se han afectado también a otras tantas personas que se esfuerzan día a día en sus labores como buenos ciudadanos para salir adelante. Todo en el momento histórico más crítico del país, cuando más requerimos salir adelante y reactivar la economía en medio de esta pandemia, cuyos efectos ni el mejor político o economista podía prever.

Las protestas pacíficas se quedaron muy lejos. Más allá de vandalismo, lo que existe es terrorismo en toda su expresión. Han puesto seriamente en riesgo la institucionalidad del país con tal de hacer alarde de populismo barato en momentos que el país más requiere soluciones serias. Lograron engañar a un grupo de personas que los apoyaron haciéndolos creer que la lucha era en contra de los impuestos anunciados por el gobierno, pero ahora que no tienen la propuesta del gobierno como estandarte, sabemos que su lucha va por otro lado. No quieren acuerdo con el FMI, no quieren que nadie se vea afectado en su statu quo, quieren solo hacer las cosas como ellos dicen y como tal exigen que se cumplan sus condiciones y peticiones.

Bloquear calles impidiendo el libre tránsito de los demás, claramente es un delito. Poner en riesgo la integridad de la ciudadanía y de la Fuerza Pública de nuestro país debe ser sancionado. Pero más allá de esto, lo que este nocivo grupo pretende es arrogarse la representación del pueblo sin ningún tipo de legitimidad Esto se llama sedición y también es delito y muy grave pues pone en riesgo la democracia misma y la institucionalidad del país.

A nadie ayuda este bochornoso berrinche más que a la vanidad y popularidad de sus “líderes” y de otros cuantos que se alegran de que a Carlos Alvarado y al PAC le vayan mal, cuando en realidad es el país en general el que se está hundiendo con todos nosotros incluidos.

No perdamos la perspectiva de lo que realmente es importante

La reforma del 2018 fue dolorosa, pero fue un gran avance en el tema fiscal. Aún así quedamos en una situación frágil que claramente no soportó la crisis económica producida por la pandemia. Muy a pesar de lo que muchos populistas y políticos irresponsables quieran decirnos, las cosas son mucho más sencillas, pero a la vez mucho más preocupantes de lo que parecen. Ciertamente el gobierno no ha sabido lograr una comunicación efectiva para que la nación capte el mensaje de la situación real a la que nos enfrentamos. Igualmente, existe un importante sector que ni siquiera tiene disposición de escuchar razones.

Hoy en día, el país está llegando a un cúmulo de malos manejos que se orquestaron a lo largo de por lo menos las tres últimas décadas. Actos de corrupción y desaciertos, inflar excesivamente los gastos del Estado, y tirar la bola del problema fiscal para adelante para que le toque al siguiente gobierno hasta llegar ahora con pandemia incluida, donde la situación sencillamente se tornó insostenible.

El Poder Ejecutivo y Legislativo de todos estos años tienen su responsabilidad y hasta el Poder Judicial (de tanta confianza en otras épocas) nos ha fallado de forma grosera en los últimos tiempos. Esto es lo que hay. Es la Costa Rica que para bien y para mal hemos construido en estos años. Por acción o por omisión, no hay partido, ni líder político que pueda rasgarse las vestiduras.

Desde hace décadas, el Estado costarricense requería de una reforma integral en muchas de sus áreas. Se tuvo mucho tiempo para eso y no se hizo. Ahora no habrá tiempo para hacer todo lo que realmente se necesita, pero tampoco podemos como pretenden muchos, quedarnos de brazos cruzados en el tema de aumentar los ingresos y bajar el gasto en forma rápida.

Esperamos que ahora sí, el gobierno atienda a los diferentes grupos que conforma la institucionalidad democrática del país y sus propuestas. Ya algunos han hecho planteamientos serios. Lo que no se vale en esta coyuntura es oponerse por oponerse. Se deben ofrecer soluciones realistas. Nos guste o no, las reformas estructurales y económicas se harán inevitablemente.

O nos logramos poner de acuerdo como país en una reforma que ahora sí sea lo más equilibrada posible y políticamente viable o persistimos en la idea de que hay que sacrificarse pero que se sacrifiquen los demás, y por ende, no llegamos a nada. En este último supuesto de falta de consenso, lo que no pudimos hacer nosotros como país, lo harán las leyes del mercado con nefastas e inimaginables repercusiones negativas para todos, como nunca vistas en la historia de nuestro país. Por desgracia, la peor parte la llevarán lamentablemente los sectores más pobres y vulnerables.

Cuando más crítica está la situación del país, más sensatez se requiere de parte de todos. El problema lo tenemos encima y no habrá solución mágica. Si le hablan de soluciones mágicas, no le quepa la menor duda: se trata de populismo irresponsable. Con alzar la voz, ir a las calles y arrogarse la representación del pueblo, no estamos ni cerca de solucionar nada. Al contrario, nos acercamos a perderlo todo.

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