Empecemos por una definición oficial de lo que significa gobernar: mandar con autoridad o regir algo. Dirigir un país o una colectividad política. Y devolviéndonos a sus raíces griegas y latinas: pilotar una nave.

De aquí es de donde surgen las primeras preguntas: ¿Quién nos está gobernando?, ¿Por qué parece que no hay una dirección o estrategia certera del rumbo que debe llevar nuestro país?, ¿Por qué parece que nadie escuchas las voces de alerta que tantos sectores políticos y sociales están alzando?

Muchos dirán que las preguntas anteriores tienen respuestas claras, sin embargo, si están leyendo estas palabras es porque podría asegurar que casi todos sentimos alguna duda, algunos más algún tipo de temor y otros ya, solamente tristeza al no poder encontrar las respuestas que nos satisfagan por completo.

Nuestro señor presidente, Carlos Alvarado Quesada, ha sido una víctima más de la famosa frase popularizada por su antecesor: “no es lo mismo verla venir, que bailar con ella”. No dudamos de sus buenas intenciones, pero hoy sí podemos decir que dudamos de sus capacidades para gobernar.

Podemos decir que empezó bien, intentando conformar un gobierno denominado “de unidad nacional”, convocando personas importantes de distintos partidos políticos, con experiencia a sus espaldas en la gestión pública y un cierto nivel de aceptación popular.  Sin embargo, dicho esfuerzo inicial duró poco, las fichas se fueron cayendo una detrás de la otra.

Es sus primeros dos años, la Administración Alvarado Quesada fue la que más bajas presentó en comparación con los cuatro gabinetes anteriores en el mismo lapso de tiempo. Una huida dramática, que representa claramente esa falta de cohesión y de liderazgo que ha caracterizado al presente gobierno.

Hace unos días leí una frase que me encantó y cuya verdad me parece irrefutable: “Ser líder no significa ser el mejor los miembros del equipo, al contrario, significa el tener la humildad de reconocer que sin equipo no hay resultados”. Para muestra un botón, que es la falta de resultados de los diálogos convocados en el último mes.

Nuestro presidente nos ha fallado por ahora, sus decisiones no han sido las más acertadas para el mayor número de personas, ha vuelto la cara y cerrado sus oídos a muchas buenas ideas, pero sí se ha preocupado por no quedarle mal a su parcela, a sus seguidores, ha gobernado pensando en Twitter y no se ha querido salir de su burbuja social.

Muchas veces he pecado de optimista, pero siempre me gusta esperar lo mejor de las personas. En este caso en particular, igualmente mantengo una luz de esperanza, aún confío en el piloto de esta nave llamada Costa Rica, aún confío en que se pondrá atención a tantas buenas ideas de los diversos sectores y que es posible dejar de lado los egos y enfocarse en la búsqueda de acuerdos y soluciones.

Es increíble pensar que estemos a diez días de finalizar octubre, a diez días de que oficialmente se inicie la temporada navideña, a diez días de que muchos empiecen a pensar más en rompope y tamales. Esto nos hace exigir como país respuestas claras y oportunas, decisiones acertadas, acuerdos transparentes y un buen liderazgo fuera de las redes sociales.

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