No queremos aprender de la historia y sus lecciones, la madurez política parece que quedó toda guardada en el siglo XX y occidente en general se olvidó de ella, creyó que la política pasaría a segundo plano con el "fin de la historia", y que el Dios mercado se encargaría de regular la vida de forma perfecta y sin conflictos con su absurda “mano invisible”. Nos equivocamos una vez más profundamente.

El mundo está en llamas, los conflictos de todo tipo que la pandemia ha desatado tocaron el eslabón más delicado de todos en estos momentos; la geopolítica y la poca estabilidad económica de las naciones, especialmente aquellas en vías de desarrollo. Los conflictos culturales se confunden con los económicos y de clase, haciendo una mezcla en la cual nada es claro y todo tiende a confundirse entre palabras, discursos y exclusiones. Estamos dejando de lado lo más importante y el verdadero tema de fondo; la contradicción primordial de toda sociedad: la lucha entre los que tienen todo y los que no tienen nada, en otras palabras, la desigualdad.

Pero, por el contrario, nos enfocamos en buscar no en qué coincidimos, sino más bien en qué nos oponemos para demostrarnos unos a otros que estamos equivocados, siendo nosotros mismos quienes impedimos llegar a grandes acuerdos, como sí lo hemos hecho en el siglo pasado. Estamos leyendo la realidad del siglo XXI con categorías del siglo XIX, es como ver una foto de hace 200 años y pensar que ese espacio hoy es exactamente igual, olvidamos cómo funcionan los mecanismos de poder globales para darle cabida política a visiones fragmentadas, se intenta combatir lo global desde lo local y no es suficiente, esto es un error absoluto donde se pierde de perspectiva el todo.

Veo a ciertas fuerzas denominadas progresistas en una guerra total contra fuerzas llamadas conservadoras, como polos opuestos que disputan por una verdad con tanta ferocidad y violencia que no sabría diferenciar una de la otra, igual que Rebelión en la Granja. Lo peor de esto; no están entendiendo que esta realidad no es unipolar, no se puede exterminar a un bando u otro, eso es un error del pensamiento, sin uno el otro no existe, así de fácil, se deben reconciliar los opuestos para crear nuevas síntesis, no prolongar los conflictos. Los intentos de dejar solo a “los buenos de la historia” ha desembocado en grandes guerras y genocidios. Esto no implica en ningún momento pensar todos de la misma manera, significa la existencia de puntos mínimos para llegar a acuerdos básicos, con todo y nuestras diferencias, algo que además está bien.

Tanto unos como otros necesitan habitar un espacio común para vivir (espacio vital), tener un empleo digno, acceso a servicios básicos de calidad, acceso a la alimentación, la familia (del tipo que sea), el cariño, acceso al agua, un ambiente sano y a la paz social. Eso implica necesariamente habitar un país en común, tener soberanía sobre el mismo y sus recursos, así como fuentes de riqueza, ello implica entender que el mundo de hoy se caracteriza por la creación de conflictos a lo interno de las naciones que poseen mucha riqueza biológica, mineral y de recursos naturales como materias primas, porque los grandes poderes económicos mundiales entienden que es mucho más sencillo sacar esos recursos si el país está dividido a lo interno y peleando por otros temas; pan y circo, mientras lo realmente estratégico se sale de las manos por peleas técnicas o culturales que tratan de verse como ideológicas pero no son más que ficciones creadas adrede para desviar la atención, la lógica imperial es muy sencilla: divide y vencerás, Roma lo demostró en su momento.

Yo pregunto: ¿es más fácil para una empresas transnacional o un país acceder a los recursos estratégicos que requiere de otros, de los cuales depende y no tiene dentro de su territorio, con un país unido en los aspectos más básicos de la convivencia y política, o con un país dividido a lo interno y sin capacidad de ponerse de acuerdo para decidir si el día de hoy es martes o miércoles? Veámoslo incluso en términos económicos; ¿qué es más rentable, la unión del pueblo defendiendo lo suyo o grupos luchando por un lado y otros por otro? La historia se cuenta sola.

Las fuerzas del poder económico global, también conocidas como globalistas: grandes transnacionales, bancos y mundo financiero, tienen claro el escenario y juegan en ese mismo tablero. Sino recuperamos la política, será imposible ofrecer resistencia a estos poderes que manipulan, hacen y deshacen con las identidades, imaginarios e ideologías en la actualidad. Gramsci hablaba de interregum a ese estado de cosas donde el status quo no puede sostenerse de ninguna manera, pero aún no se define lo nuevo que vendrá, lo cual abre las ventanas de transformación cualitativa de la realidad, para ello la herramienta indispensable es la política, pensada desde el ser propio y las raíces eternas e históricas de cada nación, rompiendo con el cortoplacismo posmoderno y líquido, ineficiente para la sociedad, pero altamente efectivo para el mercado.

Los conflictos culturales entre quienes apoyan el matrimonio igualitario o el aborto y quienes no, entre creyentes y no creyentes, no pueden pensarse fuera del tablero geopolítico y económico que domina el mundo. Dichos conflictos juegan un rol protagónico a gran escala y cumplen una función, no han llegado de la nada y aquí ninguna parte está “libre de pecado” como para tirar la primera piedra, todos los diversos sectores de la sociedad hemos caído en la trampa de pelearnos hasta un punto de no retorno por dichas temáticas, en definitiva, eso no es sano para nadie.

Resulta profundamente contradictorio y paradójico, que en pleno siglo XXI, época como ninguna otra en la historia de la humanidad se ha trabajado, formado e incentivado tanto el liderazgo, el mundo y el país carezca de líderes, tanto hombres como mujeres. ¿Será acaso, que ese afán por querer hacernos a todos y todas líderes, lo que en el fondo están planteando es más individualismo? Pues si cada persona es líder, no tiene necesidad de escuchar, seguir o dialogar con nadie, ya que, desde esa perspectiva competitiva e ideológica del mercado, al ser líder se está en la cumbre y se ve por encima toda la montaña, por lo tanto, la verdad de esa persona líder es intocable y absoluta. Desde luego, eso no es liderazgo ni mucho menos consiste en ello, pero la praxis concreta que se ve y se vive en la realidad pareciera que quienes se encargan de esa producción en masa, lo hacen creer así, no en vano eso que llaman diálogo no aparece por ningún lado en periodos de crisis.

Pareciera que le estamos exigiendo al gobierno algo que ni nosotros somos capaces de hacer en nuestros núcleos más cercanos, por ejemplo, la familia. Pero más allá de eso, aquí lo importante de entender, es que, si no dejamos las diferencias superficiales de lado para volver a lo más básico, las cosas solo desembocarán en más conflictividad social, mientras unos pocos se llenan los bolsillos cada vez con más ganancias producto de ese “río revuelto”. El gobierno no está entendiendo la señal de los tiempos, la sociedad civil en general está muy confundida, no tiene rumbo, piensa mucho, cuestiona todo, pero no encuentra la ruta, ¿qué pasó con tanta persona líder entonces? ¿Será que pudo más la envidia, el sectarismo, la competencia y la visión bipolar de un mundo que no existe más? El conocimiento y el liderazgo está para hacernos humildes, no prepotentes.

Los sectores productivos están profundamente golpeados por las consecuencias de la pandemia, el desempleo en sus cifras históricas más altas, el hambre y el caos asoman la cabeza con fuerza, los partidos políticos en la lona y divididos. Además, estamos bajo una guerra cultural donde no hay disposición de dialogar, porque las verdades absolutas que un bando y otro manejan se han petrificado y convertido en munición letal para destruirnos entre nosotros mismos, al fin y al cabo, el gobierno no es más que la representación de lo que somos, de lo que es la sociedad costarricense en vísperas de su bicentenario y los resultados del totalitarismo que el mercado ha generado.

Frente a esta realidad tan compleja, pensemos lo siguiente; los pueblos tienen solamente dos maneras históricas de resolver sus conflictos y diferencias para seguir caminando: dialogan y se ponen de acuerdo, construyendo una nueva realidad y pacto social donde nadie quede atrás o, por el contrario, pelean y se destruyen, para al final, terminar poniéndose de acuerdo y reconstruir a partir de lo destruido. Es tiempo de reflexionar, pensar de forma disruptiva y atreverse a salir del estado de confort tradicional en que las ideologías, partidos, movimientos y demás modos de existencia colectiva e individual nos han introducido, echemos una mirada al mundo y sus acontecimientos, trabajemos con humildad, fraternidad y solidaridad, Costa Rica lo necesita. Si el barco se hunde, todos nos ahogamos.

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