Tenemos muchas razones para estar preocupados, tristes y furiosos.
Costa Rica NO es un país pobre...es un país empobrecido por algunos políticos ineptos o irresponsables. Para exacerbar al límite nuestra crisis actual, bastaron cuatro gobiernos. Oscar Arias logró un superávit fiscal en sus dos primeros años. Pero como -según él- había que poner a Costa Rica a caminar de nuevo tras la crisis mundial del 2008, Arias disparó el gasto público y cerró el 2010 con el déficit fiscal más alto de América Latina: un 5,5% del PIB. La cantidad de empleados públicos subió un 20%.
Caminamos directo hacia una debacle, que sucesivos gobiernos de Laura Chinchilla, Luis Guillermo Solís y Carlos Alvarado, no han hecho sino empeorar: el gasto público creció un 87% en los últimos 12 años.
Hoy, los ingresos promedio del sector público son tres veces más altos que en el sector privado. Una situación que, según la OCDE, hace de Costa Rica uno de los países con mayor desigualdad en el mundo. Muchos “servidores públicos” gozan de millonarias pensiones de lujo, bonos por llegar temprano, anualidades garantizadas sin importar su desempeño y pluses tan jugosos que pueden superar su salario base.
Y, ¿a cambio de qué? Le pregunto a usted mirándolo a los ojos, ¿Recibe un excelente servicio público? O siquiera ¿digno? ¿Siente que los burócratas y las instituciones lo ayudan, le facilitan las cosas, o más bien le hacen la vida difícil con trámites interminables, impuestos sobre impuestos y requisitos sin sentido?
Los políticos asignan presupuestos multimillonarios, pero no exigen calidad. ¿De verdad necesitamos 320 instituciones públicas? ¿Necesita RECOPE, que con 1700 empleados hace 9 años no refina una gota de petróleo? ¿Por qué aunque invertimos un 2.8% del PIB para combatir la pobreza no logramos reducirla? ¿A dónde se va nuestro dinero?
Como señalan los expertos, para solucionar el problema hay que hacer dos cosas: cobrar impuestos y reducir gasto.
Pero cuando hablo de cobrar impuestos no me refiero necesariamente a nuevos impuestos: quiero decir que NINGÚN GOBIERNO ha asumido un verdadero compromiso por cobrarlos. Nuestro Ministerio de Hacienda da lástima: tiene más de 50 sistemas de cómputo obsoletos, y pocos auditores para controlar a los grandes evasores, o a quienes, por décadas, han eludido sus impuestos. ¿Qué conveniente, no? ¿Por qué será que los Gobiernos no invierten en una institución que podría generar miles de millones para sus arcas? ¿Será que no quieren perjudicar a sus grandes amigotes, a los intocables?
De igual manera, vuelven su mirada cómplice hacia otro lado cuando se pide poner impuestos a multimillonarias cooperativas, o revisar las 192 leyes que exoneran del pago de tributos a una serie de poderosos grupos organizados. Solo quitar esas exoneraciones, que equivalen a un 5,57 del PIB, permitiría pagar nuestro déficit fiscal.
Y, cuando de bajar el gasto se trata, los gobernantes oyen...pero no actúan. Esta Asamblea Legislativa, de las mejores en las últimas décadas, ha pedido al presidente de la República, una y otra vez, un plan serio de reducción del gasto.
Pero no, la respuesta del Ejecutivo es básicamente un nuevo plan para seguir golpeando sin razón a quienes producen y dan empleo. Inexplicablemente, sigue protegiendo a la casta burocrática y a los evasores que chupan la sangre del pueblo a un ritmo tal, que están causando la ruina de nuestra economía.
El único plan del Ejecutivo es endeudarnos más y más, aunque ya casi la mitad del presupuesto es solo para pagar deudas. Créanme, los 1750 millones de dólares que nos daría un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional desaparecerán muy rápido y volveremos, más endeudados que nunca, a ver cómo escapamos del abismo.
No le echemos la culpa del desastre a la COVID-19. El maldito virus sólo exacerbó y puso de relieve el descalabro económico que ya veníamos cultivando. Y dejó a 1 de cada 4 costarricenses sin empleo.
El presidente de la República tacha de irresponsables a quienes no apoyan nuevos impuestos. Quienes los pagamos, estamos cautivos y seguiremos pagando los impuestos actuales y los que seguro vendrán. Pero también es muy irresponsable seguir pagando inmorales pensiones de lujo, es irresponsable no cobrar bien los impuestos, es irresponsable no cerrar instituciones obsoletas y desfasadas, es irresponsable tener 260 pluses salariales en el sector público, es irresponsable no combatir frontalmente el contrabando, es irresponsable seguir pagando millones de dólares en alquileres públicos, es irresponsable seguir sosteniendo un aparato estatal elefantiásico que NO PODEMOS PAGAR. Es irresponsable decir que los nuevos impuestos serán suficientes para superar nuestra crisis.
Los ciudadanos, señor presidente, hemos puesto mucho de nuestra parte. Y lo seguiremos haciendo para salir del abismo. Pero usted también y esta Asamblea Legislativa tienen que hacer juntos su trabajo: empodere al Ministerio de Hacienda para que cobre bien los impuestos. Persiga a los evasores. Repartan el sacrificio por igual: sectores público y privado no son enemigos, son complemento para sacar adelante al país. Quiten exoneraciones y exenciones a todo aquel que no sea esencial. Reduzcan y mejoren la eficiencia del aparato estatal. Exija un buen desempeño por una buena paga. Simplifique trámites. Quiten pluses. Dele la mano a los empresarios que pueden generar riqueza y empleo otra vez.
Y si el Ejecutivo no es capaz de señalar la ruta, el Congreso debe exigírselo. Varios economistas han sugerido propuestas mucho más equilibradas, que un 80% de nuevos impuestos y solo un 20% de reducción del gasto como pretende este gobierno. Escúchelos. Considérelo. Un plan equilibrado reducirá la frustración y la desesperanza del pueblo.
Todos queremos salvar a Costa Rica. Todos queremos recuperar empleos. Todos queremos un país mejor para nuestros hijos y nietos, señor presidente. Sí, pero usted y los diputados tienen que ejercer su poder para que el peso de la crisis se distribuya equitativamente sobre los hombros de todos. Es su deber y es nuestro derecho.
Usted y esta Asamblea Legislativa pueden pasar a la historia como verdaderos patriotas si hacen lo que deben para frenar un gasto insostenible. De lo contrario, serán recordados como los que nos dieron el último empujón hacia el abismo.
Insisto: Costa Rica no es un país pobre...es un país empobrecido por los gobernantes que no dieron la talla en administrar bien los recursos de todos. No desperdicie el último aliento que quizá nos queda para recuperar a nuestro querido país.
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