Cuando miramos la efervescencia política a que nos han llevado gran cantidad de factores, se desprende un dejo agridulce al mirar esta tierra que nos vio nacer, de la que todos/as hemos extraído lo que somos y que, tras muchas décadas de lucha por acrisolarnos, íbamos aprendiendo a no hacer distinciones majaderas entre seres humanos con el lúcido afán de darle espacio a todas las diferencias que, más que amenazarnos, más bien nos enriquecían. Negarlo es darle chance a la frase: “No hay discusión posible”.

La frase anterior esteriliza cualquier diálogo, cualquier posibilidad de vida y cualquier futuro. Después de esto solamente queda una guerra ciega, en la que el gobierno decide ignorar a los sindicalistas, los “rescatistas” nacionales ignoran al gobierno, la empresa privada (cámaras) a las instituciones públicas, los manifestantes detrás de las barricadas/vallas a los que están enfrente sin ‘estar en el Frente’. Pero, estén donde estén, que todos se ignoren no permite escuchar el reclamo justificado de unos y de otros por el derecho a la seguridad y a la dignidad en nuestra tierra común. Si no hay discusión ni diálogo operativo, hay fanatismo casi religioso. (Verdades absolutas sordas, acompañadas de un consenso forzado.)

La vida no espera. En este momento, hay miles de personas sin trabajo o con reducción de jornada laboral o suspensión de contrato, quienes tratan de no caer en la alcantarilla a pesar de que la ley lo permita porque no existe la debida supervisión de parte de los funcionarios –que son escasos— del Ministerio de Trabajo para contrastar con los hechos si se está o no abusando de esa ley. Unos nacen en cuna de oro, otros caen en la alcantarilla sin ninguna razón. Si la vida no tiene en sí misma sentido, habrá que obligarla a que lo tenga con un diálogo operativo, por favor.

A pesar del aspecto más odioso de la lucha, podemos proponer y abstenernos de las imperdonables acciones y omisiones que castigan a muchos de alguna manera (económica, política o socialmente). No tenemos otro camino: enfrentar nuestros problemas con decisión para acaso merecer la vida como mujeres y varones libres, que “se niegan a infringir o a sufrir el terror”.

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