Aquí estamos otra vez, a las puertas de un nuevo paquetazo tributario, a poco más de un año del que nos prometieron sería el último. El Gobierno presentó el “Plan para superar el impacto fiscal de la pandemia”. Gran elección del título porque al no aclarar a cuál de las pandemias se refiere, abarca las dos que nos aquejan: la sanitaria y la del gasto público.
Con alguna cara nueva, y una contraparte que promete ser agresiva (FMI) los mensajes clave son los mismos: sacrificio, solidaridad, reestructuración. Salvo los 3 cabecillas del Equipo Económico, la reacción mayoritaria es de abrumador rechazo al plan, que el presidente por otra parte, calificó alegremente de “balanceado”, encajando un estupendo gancho al hígado de la población.
Por su parte, el expresidente Arias, early adopter del endeudamiento mórbido, pide calma, invoca el fantasma de Carazo y dice: “no aceptar nuevos impuestos no es aceptable ni para el FMI ni para mí”. Lo único anormal de la noticia es que mencione primero al FMI que a él mismo.
Por si a alguno se le ocurría dudarlo, distraído por el reflujo gástrico que provoca la lectura del Plan, nos recuerdan que “este programa mantiene intacto (sic) la visión y el compromiso que esta Administración ha asumido para hacer de Costa Rica un país que cuente con una matriz productiva renovada, descarbonizada, resilente e inclusiva.” El compromiso se mantiene, la falta de resultados también.
Y tenemos el tema del recorte al gasto público. El Ejecutivo considera que ha hecho unos avances importantísimos en la materia, y remite constantemente al Proyecto de Ley de Empleo Público, que al parecer presentó con la intención deliberada de utilizar como escudo, pero que no ha hecho nada por impulsar su aprobación. Sobre este tema, el ministro de Hacienda dio una demostración de contar con una epidermis dura y resbalosa, al someterse a una extensa entrevista (rayana a la ordalía) con doña Amelia Rueda. Al ser consultado sobre la reducción del gasto público, dijo que vale la pena “hacer un análisis económico, pero también con politólogos y sociólogos para ver si esos son los temas adecuados de manejar en el contexto histórico que nos encontramos”. Quizá el presidente, máster en Ciencia Política, podría recomendar algunos colegas que le ayuden con ese análisis que, al parecer, le falta a su ministro para decidirse a entrarle al tema.
No tengo ninguna prueba, pero tampoco ninguna duda de que al final, lograrán su cometido. Veremos en las próximas semanas los efectos del mènage á trois del oficialismo (y sus satélites), sindicatos y algunos grupos empresariales corporativistas, que lo que procurarán es que el plan al final no los toque a ellos. Algún partido, que primero renegará, lo votará a favor, apostando a comerse la piña pero que a otro le duela la panza.
Se atribuye frecuentemente a Einstein la frase de que locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Lo de este país, aprobando impuestos sin recorte equivalente al gasto una y otra vez, es demencia colectiva.
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