La creatividad, el arte y la cultura en general siempre han estado del lado de la innovación, la profundidad analítica y la constante reflexión humanística. Algo que ha caracterizado a muchos artistas, pensadores y productores de cultura ha sido su capacidad de mirar más allá de lo que la mayoría puede ver para atreverse a romper con los esquemas tradicionales y de esta manera estar a la vanguardia. Son lo que yo considero, parteros de épocas nuevas, faros del espíritu en la transición hacia lo desconocido que está por venir y lo viejo que ya se ha agotado.
Estas breves razones, que pueden y deben profundizarse más, son la que me llevan a afirmar que lo creativo es disruptivo, y que, por ende, el fin del arte, del tipo que sea, tiene como imperativo categórico el “asaltar los cielos” y trascender de forma contundente en un camino hacia la evolución no solo de su rama, sino también de la conciencia humana. Para entender esto, veamos qué nos dice el diccionario sobre el significado de la palabra “disruptivo”. Para el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), esta palabra viene del inglés “disruptive”, y quiere decir, que produce una disrupción, un cambio brusco y una interrupción fuerte. Quizás por esto es por lo que históricamente, no todas las personas estemos llamadas a la producción artísticas y a salirnos del “estado de confort”.
Lo disruptivo conlleva el cuestionar, algo que me recuerda también a la filosofía y la duda absoluta. Este famoso principio “de omnibus dubitandum”, de que todo debe ser puesto en duda, es pilar sólido para darle paso a la creatividad, que es aquella facultad y capacidad para hacer, crear, para lo que es muy necesario el pensar distinto, atreverse a saltar por encima de los paradigmas convencionales, brincar esos muros del pensamiento que nos impiden ver lo nuevo, producir lo original y visualizar el mañana.
En el mundo de hoy y en el del futuro cercano, el éxito de cualquier emprendimiento artístico y no artístico en general estará basado en estas premisas que vengo mencionando; la duda absoluta, el pensamiento disruptivo y la creatividad innovadora, de la mano del uso de las nuevas tecnologías y la actual revolución digital por la que pasamos. Al fin y al cabo, la realidad es el producto de la construcción social, así como de las voluntades de todas las personas que de una u otra forma con su energía vital, aportan con sus pensamientos y acciones a abrir las puertas en este plano material a las realidades que deseen ver manifestadas.
El pensamiento complejo es una herramienta para los procesos de construcción creativa, es ese en el que facilita combinar lo que antes nos parecía imposible o prohibido, es el que abre puertas que, como lo explicaba su autor, el pensador francés Edgar Morin, permite interconectar las distintas dimensiones de lo real, que nos obligue a realizar un ejercicio amplio, disruptivo y complejo de los fenómenos nuevos que vemos y que a su vez, nos facilite herramientas útiles y prácticas de comprensión de la realidad que vivimos. Esto sin duda, lo han tenido las personas creativas en el arte y la cultura por siglos, me atrevo a afirmar, es la clave de que el arte sea eso, una expresión profunda del alma humana, de sus deseos, impulsos y emociones más inexplicables desde cualquier punto de vista racional.
Hoy más que nunca es menester hacer arte en todos los aspectos de la vida, desde los negocios hasta en la forma de organizarnos como sociedad y la manera en que pensamos o hacemos cultura, estamos ante tiempos que demandan una gran cantidad de trabajo creativo, grandes dosis de innovación y una constante actualización y apertura a pensar lo que hemos negado sistemática o simplemente ignorado por creer que ello sea sinónimo de “atraso”.
Existen ejemplos en la dirección correcta de esas nuevas formas de hacer las cosas. Tendencias como las de comunidades inteligentes, que se refieren según Arcgis, la plataforma líder mundial para crear y utilizar sistemas de información a usar: “tecnologías digitales para mejorar rendimiento y bienestar, al mismo tiempo reducir costos y consumo de recursos para comprometer a sus ciudadanos efectiva y activamente”. Pero no solo esto, otra mega tendencia global es el “design thinking”, que es la facilitación de herramientas para la innovación a partir de la elaboración de marcos cognitivos y conceptuales nuevos en los que la solución a problemas de la vida cotidiana, cultural, social, política y empresarial vienen por la vía de la creatividad misma.
Existen algunos pilares que han pasado a convertirse en estratégicos, cuya utilidad para la “creación disruptiva” es vital, estos son; ecología, nunca más de ahora en adelante podemos dejarla de lado de todo lo que hagamos, sin importar a lo que nos dediquemos, ella nos ayudará a entender que sin planeta no hay vida, como plantean varios científicos: “hoy tenemos cifras que ilustran hasta qué punto somos dominantes: sólo representamos el 0,01% de la vida terrestre, pero hemos logrado aniquilar a una barbaridad de ella”, esto no puede ser más de esta manera, problemática que exige grandes dosis de innovación.
El segundo pilar es el humanismo, no aquel humanismo excluyente que en algún momento utilizó Europa para seguir justificando la existencia de colonias en otras partes del mundo “bárbaro”, sino un humanismo real, con profundo respeto al pluralismo, la apertura y a la fraternidad entre las personas sin distingo de credo, etnia o cultura. Lo diverso siempre nos enriquece, nos hace más cultos, es lo que da pie al tercer pilar; conciencia. El fundamento o fin último de todo desarrollo creativo social, cultural o empresarial debe ser la persona, su bienestar y un desarrollo más amplio e integral de la conciencia, que al final termina dictándonos el rumbo del destino común que buscamos alcanzar. Ante los tiempos de incertidumbre que vivimos, lo creativo debe ser disruptivo y lo disruptivo es el trampolín hacia la innovación para una nueva época.
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