Por Rodrigo Rodríguez – Estudiante de la carrera de Odontología
La salud es un requisito universal que no distingue condición ni raza alguna. La discapacidad, en general, ha presentado un reto en los sistemas de salud que velan por una buena higiene dental. Dada las circunstancias que presenta el tipo de condición de tipo mental o físico, lo cierto es que el acceso al cuidado dental en estos pacientes es de bajo nivel comparado a un paciente que no presenta dichas condiciones. En efecto, el reto de poder atender a esta población consiste en la mejora de técnicas para poder brindar un servicio efectivo. Dado que la salud exige un nivel de atención óptimo para cada una de las personas, es necesario evaluar los factores de riesgo con respecto a las posibles consecuencias que se obtienen por culpa de una higiene oral deficiente. En consecuencia, es necesario que el especialista tenga la información a mano sobre los riesgos que conlleva a las personas con discapacidad por no saber cómo cuidarse propiamente su boca.
La incidencia del riesgo va de la mano con la probabilidad de cuido de la persona con discapacidad. De acuerdo con Marulanda et al “se ha demostrado que la caries dental es una enfermedad de alta prevalencia en esta población y está relacionada con la severidad de la discapacidad” (2014). Por su parte, la educación y la condición socioeconómica tienen un rol muy importante debido a la situación sanitaria de la persona, de hecho, la falta de ingresos en un hogar puede significar en una reducción de los bienes de higiene como medida de contención del gasto. De un mismo modo, la calidad de la higiene dental de una persona con discapacidad puede despertar la incertidumbre acerca de las condiciones en las que vive la persona. Por ello, un factor de riesgo importante consiste en la condición sanitaria del hogar del individuo, así como el acceso a productos de higiene para proteger su salubridad.
En otra instancia, un factor de riesgo que posee importancia en la discusión de la atención a personas con discapacidad consiste en el dentista. A ello, Giraldo et al (2017) explican que: “Algunos odontólogos consideran no sentirse preparados para atender una persona con discapacidad, principalmente las que tienen que ver con la salud mental, enfrentándose con frecuencia a temores y dudas sobre el manejo que debe asumir ante dicha condición” De hecho, la primera impresión en términos médicos es vital para establecer una comunicación eficaz con el cliente y, el miedo a atender a dicha población debido a provocar un malestar o no saber el abordaje, provoca que algunos profesionales declinen a la tarea de atención dado que carecen de la condición de atención hacia las personas con discapacidad. Lo que claramente es un riesgo a la búsqueda de atención inclusiva.
Los factores de riesgo representan un factor importante a la hora de atender un paciente. El especialista debe estar preparado para atender con probidad a cualquier persona que ingrese a su establecimiento. Mantener la diligencia en la atención e informarse acerca de nuevas técnicas para atender a la población con discapacidad es necesario para efectuar una atención de primer nivel. Por su parte, es deber del dentista procurar el informar acerca del manejo de la salud en personas con discapacidad y la importancia de velar por su higiene para evitar enfermedades que pueden desembocar en un riesgo mayor.
