Gracias a Walter Espinoza, Celso Gamboa Sánchez fue destituido como magistrado.  Gracias a él Jorge Chavarría se vio obligado a dejar el cargo de Fiscal General.  Gracias a él Carlos Chinchilla se pensionó a pocos meses de haber asumido el cargo de presidente de la Corte Suprema de Justicia. Gracias a él, tres magistrados de la Sala III Penal se jubilaron contra sus planes de permanencia en el cargo.  Gracias a él, el magistrado de la Sala III de la Corte Suprema de Justicia Jesús Ramírez recibió una sanción disciplinaria y fue suspendido del ejercicio del cargo por varios meses.  Gracias a él, Juan Carlos Bolaños está en arresto domiciliario. ¿Tiene tanto poder el señor Jefe del Organismo de Investigación Judicial?  No. ¿Entonces?  Simplemente tuvo la valentía de defender su trabajo y el de la institución que representa.  Hizo público que la Sala III resolvió una causa sobre bases falsas en favor de diputados acusados de tráfico de influencias.  Fue una especie de “mailgate” criollo con ocasión de la famosa trama del “Cementazo”.

Han pasado los días y he echado de menos una reacción pública contra el exabrupto de la magistrada Roxana Chacón contra el señor Espinoza. Con motivo de un caso de desaparición de una mujer, le dirigió una carta recriminatoria por la supuesta inaplicación de un protocolo correcto.  El desliz de la magistrada no es tal.  En un artículo anterior señalé cómo tras ese escándalo de mega-corrupción, la clase política costarricense decidió tomar la Corte Suprema de Justicia a través del nombramiento de los magistrados. Pasamos así de un sistema corrupto en el que los partidos negociaban los nombramientos de abogados con algún mérito y como regla general con una carrera judicial impoluta a un sistema en el que ya no importaba ni la carrera judicial ni los méritos académicos y profesionales, sino sus fuertes vínculos políticos.

En esta nueva mecánica apareció quien había sido asistente durante la administración Calderón Fournier (1990-1994) y sin ninguna experiencia judicial: Roxana Chacón.  Por supuesto que su historial de inmediato le granjeó la animadversión de importantes sectores del gremio judicial, incluyendo algún sindicato.

Me parece claro que hay una consigna para doblegar a quienes no forman parte de esta nueva trama y probablemente el más incómodo de todos, porque ya dio muestras de incompatibilidad con esas redes políticas es el señor director del O.I.J.  Es evidente entonces que hay que buscar la forma de desprestigiarlo públicamente para ir preparando su salida.

Es en este contexto que me parece increíble que haya pasado tan desapercibido el exabrupto de la magistrada Chacón haciendo pública una carta que se refiere a un asunto estrictamente interno de la Corte y pretendiendo legitimidad como presidenta de la Comisión de Género del Poder Judicial, hasta entonces de impecable prestigio. Este acto no es un accidente. Tiene antecedentes muy claros. La trama para tomar la institución y eliminar todo cuanto estorbe a los intereses más bajos de nuestra clase política no tiene límites.  Si en el camino hay que ensuciar la dignidad de la Toga se vale.

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