Extrañamente el 10 de julio,  al escuchar el anuncio de la restricción vehicular “martillo” que acompañará al país las próximas dos semanas (si Dios, las fiestas y los tés clandestinos lo permiten), recordaba como hace ya algunos años  se armaban filas interminables de vehículos que en su transitar a la capital debían atravesar inexorablemente el famoso puente de la platina, objeto de la chota costarricense que se caracteriza por ridiculizar, desde una distancia segura, todo aquello que le resulta familiar al colectivo y por canalizar peligrosamente sentimientos de enojo, frustración y desdén que en este caso particular se generaban por la materialización máxima de la mediocridad y la impunidad en la humilde forma de un puente, tal vez mi subconsciente relacionó las acostumbradas presas observadas en esta obra con la disminución significativa de automóviles por motivo de las restricciones impuestas en estos difíciles tiempos, con lo que creo yo, su imagen se afianzó en mi mente.

La historia del puente de la platina es ya conocida y no es el motivo de estas letras, más sí lo es en parte el actual nombre otorgado a la reparación y ampliación de dicha obra que en una movida digna de aplaudir por parte del gobierno de turno fue bautizada como Alfredo González Flores en honor al presidente del mismo nombre que gobernó al país de 1914 a 1917.

Y es que casi por indicación de programadores neuro lingüísticos todos los desaciertos, despilfarros y sonrojos que el puente de la platina le generó al país son borrados de la memoria colectiva cuando Alfredo González Flores entra a salvar la tanda al mejor estilo de la selección nacional en tiempos de subida del precio de la gasolina, esto porque don Alfredo es recordado como uno de los mejores presidentes del país y así es transmitido hasta por nuestros docentes que le guiñan a su fantasma a sabiendas de que las políticas impopulares de la época no les pueden alcanzar en la actualidad, así pues sí.

En realidad, el gobierno de don Alfredo González Flores fue un gobierno enfrentado a los intereses de las oligarquías cafetaleras y de políticos de turno respaldados por una crisis de primera guerra mundial que marcaría a cualquier gabinete sin importar si Keylor Navas le preside. El gobierno de don Alfredo fue impopular hasta el punto del derrocamiento a pesar del soberbio esfuerzo dirigido en términos financieros que permitió la reactivación económica del país en una de las épocas más difíciles de la historia, aún así el exilio fue la alternativa al fusilamiento para nuestro hoy benemérito de la patria, y hoy me vienen conque Alfredo González Flores….

Entremos en materia, hasta este punto es fácil simpatizar con lo escrito pues ningún muerto es malo ni ningún bebé feo, sin embargo, es difícil no notar una actitud de parte de los medios y de voces desautorizadas (sindicatos) que resulta molesta hasta el punto de generar que me atreva a intentar poner dicho malestar en palabras el día de hoy con la intención de que estas , de alguna manera, sirvan de palmada en la espalda para nuestro señor presidente de la república, no se engañen, aunque el tema es político el acercamiento es humano a pesar de que muchos no lo entenderán, no se le pueden pedir peras al olmo.

Y es que si de políticas impopulares se trata don Carlos Alvarado es nuestro Yokasta Valle hecho hombre, todo un campeón, eso sí su respaldo no es ni remotamente cercano al de nuestra boxeadora y ese es el tema que nos ocupa el día de hoy.

No engañemos a nadie, todo político merece restarse puntos en la escala de lo que ser una persona decente representa, ser simplemente decente reúne requisitos sumamente complejos y de altísimo nivel que empiezan a verse comprometidos en el momento en que los colores alusivos a un partido político se vuelven parte del traje de dominguear de cualquier cristiano, exceptuando por supuesto las camisetas de campaña que tan prácticas resultan en la recolección de café.

En este punto deberíamos estar de acuerdo en que don Carlos Alvarado es un político más y que bajo lo planteado anteriormente ya de entrada ha perdido puntos, pero esta discusión no gira en torno al tema de ser una persona decente, gira en torno a la meritocracia.

Y qué difícil es darle mérito a quién mérito merece cuando el pueblo se divide, hasta el expresidente Figueres derramó lágrimas por nuestra dividida Costa Rica emulando las mejores escenas de La Rosa de Guadalupe cuando los valores de la familia tradicional fueron puestos en riesgo durante la gesta electoral del 2018 (según algunos).

El matrimonio igualitario es un tema que ni siquiera debió estar sujeto a discusión, la comunidad LGBTIQ es conformada también por nuestro prójimo a pesar de que paradójicamente algunos grupos religiosos, partidos políticos de tercera y ciudadanos amamantados por la intolerancia no lo quieran o no lo puedan ver. Dicho tópico de quién Carlos Alvarado fue un no tan cauto propulsor fue razón de burlas y memes homofóbicos para el mandatario, al menos la factura emocional que esto pudo acarrear para nuestro jerarca no le costó a él la presidencia y al país una representación competente, sin embargo, marcaría la cancha para lo que se venía con la reforma fiscal.

La reforma fiscal, cúspide de la impopularidad del gobierno de don Carlos Alvarado, fue tan urgente como necesaria y dejó en evidencia al venido a menos ejército de docentes costarricenses que paralizaron el sistema educativo aduciendo estar en contra de una reforma que no entendían y que evidentemente no habían ni leído, algunos no olvidamos que no hubo una disminución salarial proporcional a las vacaciones tomadas por nuestros educadores, entendiéndose vacaciones tanto de manera literal como inferencial.

¿Qué tienen en común las dos situaciones descritas? En que mientras los grupos de supremacía heterosexual y los docentes manipulados por los sindicatos abofeteaban a nuestro presidente de la República los medios de comunicación callaban con aire de complicidad.

Don Carlos Alvarado no es un Jair Bolsonaro o un Donald Trump, nuestro presidente (le duela a quien le duela) se ha comportado a la altura cuando la situación más lo ha demandado, y me dirijo a los medios de comunicación con este mensaje porque sindicatos y fanáticos religiosos son causa perdida.

Es exhaustivo escuchar a don Ignacio criticar casi de manera programada el mensaje emitido en las conferencias Covid-19 diarias, el país debe estar más unido que nunca y no lo contrario, ¡sorpresa! el manejo de la crisis por parte de nuestras autoridades ha sido ejemplar y el liderazgo de don Carlos Alvarado destacable delegando en las manos calificadas de don Daniel Salas el manejo de la crisis por coronavirus, es correcto don Carlos, a veces te usan para hablar de cosas insulsas y algunos disque padres de la patria están en plena campaña política, digamos desde siempre, lo triste del caso es que no haya un medio no escrito dispuesto a señalarlo con franqueza y le corresponda a Don Carlos pagar el precio político por expresar lo que es evidente.

Cansa escuchar a doña Amelia traer a la mesa una y otra vez el caso UPAD, tema que en estos momentos de austeridad y de emergencia a nadie interesa, esto dibuja peligrosamente un deseo de ver rodar cabezas que no deben rodar en momentos tan complicados de nuestra realidad nacional, tal y como ocurrió con don Edgar Mora y doña Rocío Aguilar a quien dedicamos un minuto de silencio…

Delfino, don Randall, ser neutral no significa que no se pueda reconocer la labor cumplida, por lo menos hasta este momento (no se puede uno atener con esto de los huecos fiscales y los cementazos). Reconocer el trabajo de nuestro presidente de la República al que le ha correspondido bailar con la más fea y sin arrugar la cara, con un “hasta el momento lo has hecho bien Carlos” no le quita nada a nadie, sus medios se caracterizan por salirse del libreto en lo que al periodismo tradicional respecta.

Recordemos que guiados por nuestro actual mandatario, quién ya dejó muy claro que “a quien nos detiene no vamos a dejar que nos detenga” en el país se han tomado decisiones impostergables e impopulares, así como necesarias, que han propiciado la ofensa, el insulto y el irrespeto y porque en la Costa Rica de hoy no se sabe agradecer, el derrocamiento es moral  y el fusilamiento en redes sociales, pensando ya en la figura de don Carlos Alvarado como expresidente, de antemano les digo, después que no me vengan con don Carlos Alvarado…

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