Han pasado poco más de 4 meses desde que se reportó el primer caso de COVID-19 en nuestro país y desde entonces hemos estado montados en una montaña rusa de emociones, estado físico, económico, social, entre otros y además, pareciera que no va a terminar en un buen tiempo. Sin embargo, a pesar de que al día de hoy contabilizamos más de 8000 personas infectadas, ya hemos llorado 40 a personas fallecidas a causa de esta infección y sus factores de riesgo asociados y que además, es una emergencia que está sucediendo a nivel mundial, hay quienes se encuentran en estado de negación (reacción esperable del ser humano ante la adversidad) y se atreven a preguntar ¿Cuál pandemia?
Realmente, en vez de preguntar ¿Cuál pandemia?, considero que la pregunta correcta sería: ¿Cuántas pandemias? Desde hace varios años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la prevalencia de obesidad en el mundo como una pandemia (¡sí! la obesidad es una enfermedad por más “normal“ que lo veamos en nuestra sociedad, es una enfermedad), sin embargo, los sistemas de salud, los gobiernos y nosotros mismos no le hemos dado la importancia que merece esta pandemia precisamente por lo silenciosa, lenta y normalizada que está en nuestra sociedad, contrario a lo que sucede con la pandemia del coronavirus, la cual es rápida y escandalosa, sin embargo ambas acaban día con día con un número muy importante de vidas y ahora las tenemos actuando en conjunto.
Tradicionalmente se le ha atribuido al exceso de peso corporal una etiqueta completamente estética (que dicho sea de paso, también afecta el autoestima y la salud mental de las personas), y no tenemos tanta conciencia acerca de los efectos negativos que trae para la salud padecer esta enfermedad, es más fácil atribuirle las enfermedades crónicas a la herencia familiar (que también influye pero no al 100%) o al “destino“, que asumir la responsabilidad de nuestros malos hábitos y las consecuencias que eso está teniendo .
Si algo ha venido el Sars-CoV-2 a poner sobre la mesa, es precisamente ese riesgo que corren nuestras vidas cuando padecemos de obesidad con cualquiera de sus enfermedades crónicas asociadas (presión alta, diabetes, colesterol alto, cuadros inflamatorios, disminución de la actividad de las defensas, etc..), es un riesgo que siempre está presente, el coronavirus solo lo ha acelerado y visibilizado.
Es de extrema urgencia acatar todas las instrucciones de las autoridades de salud para disminuir la propagación del virus, pero también tiene esa misma urgencia que reflexionemos sobre nuestros hábitos y estilo de vida y que empecemos a modificar todo eso que nos está enfermando de obesidad y enfermedades crónicas, tal vez así, y solo así, podemos tener una mayor oportunidad de sobrevivir en caso de resultar infectados.
Para quienes ya son conscientes de que deben hacer un cambio para salvar sus vidas, y no saben cómo hacerlo, aquí estamos todas las y los profesionales en nutrición esperándolos con los brazos abiertos y comprometidos con la salud de todos.
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