Mientras la atención mundial está puesta en la pandemia por COVID- 19, China y Estados Unidos están llevando sus relaciones internacionales al colapso, la guerra comercial y jurídica se ha impuesto como escudo de protección en ambos países, las restricciones e imposiciones van y vienen, estas a su vez plantean nuevos escenarios que no necesariamente generan paz y bienestar. Como detonantes recientes de estas tensiones, se pueden mencionar:
- El aumento de inversión China como estrategia geopolítica en muchos países del mundo.
- Inclusión de la empresa Huawei en la lista negra de entidades por parte de Estados Unidos.
- El arresto de la directora ejecutiva de finanzas de Huawei, Meng Wanzhou e hija del dueño del gigante asiático en telecomunicaciones, según se dice “por violar sanciones que Estados Unidos tiene sobre Irán.
- La disputa por el desarrollo de la generación tecnológica del 5G
- La ley de seguridad recientemente impuesta por China a Hong Kong
- El reciente acuerdo bilateral entre China e Irán, petróleo a cambio de inversión económica.
- La suspensión de los contratos a Huawei por parte de Inglaterra en los próximos años.
Todos estos acontecimientos están sucediendo al ritmo que avanza el desempleo, la angustia y la incertidumbre a nivel mundial producto de la pandemia y otros daños colaterales, mientras la gente común está enfocada en resolver necesidades fisiológicas y de seguridad, la disputa de origen tecnológico y justificada por cuestiones de “ciberseguridad” se encuentra en su máxima expresión, acontecimiento que al parecer está pasando desapercibido en muchos sectores de la sociedad en estos momentos.
La digitalización de las identidades, el almacenamiento de bancos de datos comercializables de gustos y preferencias de las personas, la hipervigilancia a través de cámaras, los análisis del comportamiento humano mediante los dispotivos móviles y de aplicaciones, las estrategias de marketing de grandes corporaciones e instituciones junto con decisiones políticas y económicas basadas en datos, ponen en evidencia la disputa y los intereses por conquistar a ese súper ciborg.
Este momento histórico pareciera marcar el principio de una nueva era, donde al parecer la mayoría de las necesidades humanas serán reemplazadas por estímulos de origen tecnológico. Estos acontecimientos dejan leer entre líneas declaratorias ya no de guerras frías, sino más bien de guerras de origen militar, que si llegasen a suceder tendrían repercusiones globales desmesuradas, los intereses de control y de dominio por la concentración del poder cada día están por encima de millones de vidas humanas.
La historia ha dejado claro que una fijación, una creencia, una decisión y una orden han reducido a cenizas a miles de personas a nivel mundial, han dejado traumas psicológicos y emocionales a su paso, ejemplos recientes de ello: el conflicto Sírio-Yemen, el conflicto en Oriente, los golpes de Estado en países de América Latina entre otros. Así se dejan sombras en la sociedad y en la psique que llevan mucho tiempo en asimilar, integrar y transformar, la guerra es recordada por el trauma que en la mayoría de veces no es escuchado y atendido a lo largo de la historia.
Finalmente, deseo sintetizar en esta reflexión que ojalá esta mirada sea solamente un asunto de carácter especulativo, sin embargo, una lectura crítica de esta realidad percibida apunta a que se están cuajando las condiciones necesarias para generar un conflicto de origen militar por cuestiones tecnológicas. El principio de realidad se ha ido perdiendo, este al parecer está siendo gobernado por un sentimiento mesiánico de poder y control sobre el dominio del 5G y la nueva era que traería este cambio tecnológico al mundo.
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