El próximo 22 de junio serán las elecciones a la rectoría de la UNA y como lideresa estudiantil me veo en la obligación de externar mi opinión desde una perspectiva de género, no del fondo de las propuestas de los planes de trabajo.

Desde que se fundó la Universidad Nacional en 1973, solo 4 de 10 gestiones han sido dirigidas por rectoras: Rose Marie Ruíz Bravo (2 gestiones), Sonia Marta Mora Escalante y Sandra León Coto. Además, un estudio de la UNESCO del presente año indicó que solo el 18% de las rectorías de las Universidades Públicas en América Latina son cargos ocupados por mujeres.

Dicho esto, nos enfrentamos  a grandes retos en la región, en nuestro país y en la UNA en cuanto a igualdad de género se refiere; por lo que, la participación en política universitaria debe ser potenciada para todas las personas brindando las condiciones oportunas para la participación de las mujeres en este tipo de cargos, pero lamentablemente no existen iniciativas reales que incentiven su participación, bajo el entendido de que existen barreras sociales para las mujeres que impiden condiciones en equidad.

Muchas personas argumentarán que tenemos candidatas a la rectoría adjunta, y sin duda me alegra que así sea, pero lo cierto es que históricamente los protagonistas en los cargos de rectoría han sido y siguen siendo hombres, quienes generalmente tienen estrategias de gestión androcéntricas. A la UNA le hace falta una gestión que actúe desde una perspectiva de género; esa que permite potenciar habilidades de liderazgo de las mujeres estudiantes, que no reproduce educación sexista, que procura una participación equitativa entre sus estudiantes, una que previene cualquier tipo de discriminación y que aporta a la construcción de nuevas masculinidades y feminidades del estudiantado para la igualdad. Por estos motivos, requerimos de rectoras que señalen un norte basado en la igualdad y en la construcción de una universidad más justa, que nos demuestren sus estilos de liderar frescos y diferentes, pero ¿cuándo creen que esto suceda?

Y aunque los espacios son de quien los toma y de quien asume el reto, no debemos olvidar que el techo de cristal es un problema estructural de un sistema patriarcal que con acciones sutiles ha excluido a las mujeres de la política y no se trata precisamente de esta coyuntura.

Si usted cerrara los ojos y tuviera que pensar en la imagen de una persona lideresa universitaria ¿quién sería? Probablemente a su mente vendría una figura masculina en primera instancia; por detalles pequeños como este aún quedan brechas de género por saldar y liderazgos femeninos por incentivar, una tarea en la que debemos contribuir toda la comunidad universitaria.

De momento lo que queda por hacer es informarnos sobre las propuestas de los tres candidatos a la rectoría, reconocer a las mujeres como actrices y lideresas políticas que también asumen un reto, y promover acciones para que más mujeres se involucren en política universitaria.

Yo esperaría que los candidatos a rectoría interioricen este mensaje y les quede claro que una gestión sin perspectiva de género ya no es negociable para la Universidad Nacional. Además, es importante indicar que las fotos de sus campañas electorales junto a sus compañeras candidatas no son suficientes para garantizar una gestión y educación en igualdad; así que espero que no se utilice esto como estrategia para agradar a quienes realmente creemos en la igualdad de género.

Y como lo personal es político, no sería solidario de mi parte sino visibilizo a las compañeras que se están postulando como candidatas a la rectoría adjunta, pues una de ellas será parte de las decisiones que marquen el rumbo de la UNA en los próximos 5 años; de igual forma sigue siendo un cargo político significativo y un reto que con determinación han asumido; así que les invito a conocerlas:  Inés Revuelta Sánchez, Marianela Rojas Garbanzo y Ligia Hernando Echeverría.

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