La pandemia por COVID-19 ha tenido un fuerte impacto en la dinámica de las actividades económicas. Como medida sanitaria, las personas se han tenido que quedar en casa, movilizándose lo menos posible y procurando distanciamiento social. Estás medidas han sido claras. Sin embargo, aún existe un debate sobre cuáles son las medidas económicas adecuadas en este nuevo contexto.
Veronica Guerreri, Guido Lorenzoni, Ludwig Straub e Iván Werning desarrollaron en tiempo récord un marco de referencia para una perturbación macroeconómica de la naturaleza de esta pandemia (“Macroeconomic Implications of COVID-19: Can Negative Supply Shocks Cause Demand Shortages?”). Los autores señalan que la actividad económica se va a ver afectada por las medidas de confinamiento afectando la producción y la demanda por medio de menos empleo. Como resultado, muchas empresas cerrarán definitivamente y será difícil recuperar los niveles anteriores de actividad económica.
El cierre masivo de empresas reduciría el tamaño del multiplicador del gasto keynesiano, disminuyendo la efectividad de la política fiscal. Es decir, que cada colón de aumento en el gasto público no generará un aumento en más de un colón en la actividad económica como esta teoría predice. Por esto, la política monetaria emerge como opción para evitar un cierre en cascada de las empresas, agregando liquidez para disminuir la tasa de interés y, por lo tanto, bajar sus costos para que estas se mantengan operando.
Costa Rica tiene una situación vulnerable en sus finanzas públicas. El año anterior cerró con un déficit del 7% del Producto Interno Bruto (PIB), explicado principalmente por el pago de intereses del elevado nivel de deuda. En contraposición, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) ha sido exitoso en su manejo de política monetaria, siendo capaz de mantener su inflación estable. El BCCR ha implementado con éxito un esquema de metas de inflación, y ha podido manejar el tipo de cambio ante episodios de fuerte devaluación, como lo sucedido a finales del 2018. En suma, es muy probable que la inflación cierre en 2020 con números cercanos a cero.
¿Qué instrumento de política monetaria se puede utilizar para atender la crisis? Una opción es bajar la Tasa de Política Monetaria (TPM). Esto ya lo ha hecho el Banco Central desde hace algún tiempo. Sin embargo, de acuerdo con un reciente documento de trabajo del Banco Central (Traspaso de la tasa de política monetaria en Costa Rica de 2000 a 2018), la TPM tarda alrededor de 16 meses en afectar las tasas de interés del mercado y su impacto es asimétrico (reacciona más rápido ante alzas que ante bajas). Es decir, es un mecanismo de acción muy lento ante un panorama que requiere medidas inmediatas. Por lo tanto, se deben utilizar instrumentos no convencionales que permitan que la liquidez llegue rápidamente a las empresas.
De esta forma, es necesario considerar un programa de inyección de liquidez temporal a través del BCCR que facilite líneas de crédito a pequeñas y medianas empresas, utilizando la plataforma administrativa de los bancos comerciales. El objetivo sería maximizar su probabilidad de sobrevivencia por medio de créditos y refinanciamientos en condiciones laxas, que les permita tener flujo de caja. Además, se requeriría hacer énfasis en empresas pequeñas y medianas que puedan demostrar que han sido directamente afectadas por la crisis por COVID-19 y que han sido rentables en períodos anteriores. En gran medida la política de crédito debe ser condicionada al no despido de trabajadores con el objetivo de minimizar la propagación al resto de sectores de la economía.
Esta medida de política es similar a la llevada a cabo por el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de los Estados Unidos. Además, está en línea con las recomendaciones de Agustín Carstens (“Bold steps to pump coronavirus rescue funds down the last mile”), Steven Hamilton y Stan Veuger (“How to Help American Businesses Endure and Jobs Survive”) para Estados Unidos y la de Markus Brunnermeier, Jean-Pierre Landau, Marco Pagano y Ricardo Reis (“Throwing a COVID-19 liquidity life-line”) para la Zona Euro. Estas instituciones han utilizado medidas de política monetaria no convencional, ya sea a través de compra de deuda de pública para inyectar liquidez o a través de programa de crédito temporal a las empresas.
Balance de riesgos. Es importante resaltar que esta medida de política puede generar un choque de expectativas del tipo de cambio, similar a la depreciación durante finales de 2018 cuando el Banco Central compró letras del tesoro. Sin embargo, el Banco Central tiene una cantidad adecuada de reservas monetarias para hacer frente a un evento como este. Por otro lado, si bien la inflación podría convertirse en un problema por el aumento de la liquidez, actualmente es muy baja y la producción está por debajo de su potencial. Por esto, no se considera como una preocupación inmediata. Además, un programa como este debe ser de naturaleza temporal.
Complementariedad de políticas. Es importante mantener una política fiscal de aumento de transferencias temporales desde el Gobierno Central para estabilizar los niveles de consumo. En este respecto, es crucial que la respuesta de política fiscal sea responsable. Siguiendo a Alejandro Izquierdo y Martín Ardanaz del Banco Interamericano de Desarrollo (Política fiscal en tiempos del coronavirus: restricciones y opciones de política para los países de América Latina y el Caribe), los gobiernos tienen que seguir políticas de expansión de gasto que sean de naturaleza transitoria y siempre evaluando los riesgos macroeconómicos luego de la crisis.
En conclusión, esta respuesta de política monetaria no convencional busca: i) asegurar que los trabajadores mantengan su empleo, ii) que el sector productivo afronte la crisis sin que se declare en banca rota, y iii) evitar una propagación al mercado financiero. El diseño de un programa como este debería abrirse a la discusión legislativa, con la responsabilidad que la situación amerita.
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