Ha pasado mucha tinta bajo la imprenta, tanto física, como virtual. Y me inspiré para este artículo en el título La noche de los muertos vivientes (Night of the living dead), película de terror estadounidense de serie B dirigida por George A. Romero del año 1968. En su momento causó una enorme conmoción en la audiencia y se ha considerado el precedente fundamental de apocalipsis zombi en la industria fílmica desde su lanzamiento.

Carlos Linneo, quien vivió y murió en el siglo XVIII, fue un botánico, zoólogo y científico sueco, que desarrolló un sistema de la clasificación de los seres vivos (taxonomía), existe hoy consenso, que existen cuatro reinos eucariotas aceptados: animales, plantas, fungi (levaduras, mohos y hongos) y protista, también llamado protoctista, son todos aquellos eucariotas que no pueden ser clasificados ni como animales, plantas u hongos. No tienen un antepasado común y agrupa a un conjunto muy diverso de organismos generalmente mono celulares, Dicha variedad hace que sea difícil caracterizarlos, excepto en los rasgos comunes de todo ser eucariótico, o sea, poseedor de células con un núcleo celular definido.

Debemos tener presente que el esquema de Linneo aplica para seres vivos. En biología básica, la vida se caracteriza por la capacidad de nacer, crecer, metabolizar, responder a estímulos externos, reproducirse y morir. Algo que cumplen seres complejos como los vertebrados o aquellos tan simples como las micoplasmas (bacterias que no tienen pared celular). En un mundo dado a poner etiquetas y a trabajar en binario, los virus plantean un problema científico y epistemológico de alta densidad ¿se trata de organismos vivos o son muertos vivientes? La interrogante no resulta tan fácil de responder, porque abre la posibilidad de una fluctuación cuántica entre el ser y el no ser.

En la actualidad, la comunidad científica sigue en desacuerdo con respecto a si los virus son meras estructuras que interactúan con las células vivas, o bien se trata de formas de vida per se. Aunque durante años ha permanecido como general la opinión de que no son estructuras vivas dado que carecen de metabolismo propio, y solo se activa al contactar con células, mientras lo hace, permanece en el ambiente inerte, como una espora, en un estado de hibernación misterioso. Sin embargo, nadie duda de la patogenia de los virus cuando se manifiestan, en el caso de los seres humanos, invaden las células sanas, y ocasionan enfermedades o síndromes. Pero esto ocurre sólo si el virus contacta con las células, entonces cabe la pregunta: ¿por qué el virus no es capaz de replicarse por sí mismo y cómo aguanta hasta el momento oportuno? Ello se debe a su particular y sencillísima estructura. Los virus, sólo tienen como mínimo material genético y una cápsula (cápside), por lo que han de tomar prestados los mecanismos para replicarse. Lo que ocurre es que no se trata de un préstamo amable, sino de un robo a mano armada que la célula asaltada acaba pagando con su vida cuando el virus se ha replicado miles de veces y la célula revienta, dejándolos salir. Cada uno de estos virus es una copia (hasta cierto punto) del virus original y se repite el ciclo: fase latente, invasión y replicación, pero siempre a costa de otro y no por sí mismo. Aplicando un mínimo de criminología al tema, los virus son delincuentes natos en biología celular.

Fernando García-Arenal Rodríguez, Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, explica que si entendemos como unidad mínima de vida la célula (teoría celular), los virus no son seres vivos. Pero que, si por algo vivo se concibe simplemente algo que crece, se reproduce y muere, los virus sí son seres vivos (como las bacterias). Además, los virus mutan, lo cual es una propiedad intrínseca de lo vivo. Pese a ello, la opinión del Comité Internacional de Taxonomía Vírica decidió casi por consenso que los virus se consideraran organismos no vivos por no tener un metabolismo propio, aunque con capacidad de acceder e infectar a una maquinaria metabólica (célula).

El profesor Stefan Luketa, del Departamento de Biología y Ecología de la Universidad de Novi (Serbia), ya publicó de hecho un trabajo en este sentido proponiendo una nueva nomenclatura, proponiendo el nuevo dominio virusbiota para los virus. Si fuese por su enorme impacto en la salud no cabe duda que merecen un reino aparte, además un argumento de peso científico que hay que tener presente es la gran variabilidad de lo que se ha dado en llamar la virosfera. Si recuerdan la que en su día fue llamada enfermedad de “las vacas locas” esta fue causada por priones, organismos infecciosos que son meramente proteínas, que son una molécula circular de ARN (los viroides), que a la par de cualquier virus, son todavía más elementales. Existen virus que son parásitos de otros virus y algunos que llegan a tener hasta casi su propio sistema inmune.

Acerca del origen de estos microorganismos existen por lo menos tres hipótesis sobre el origen de los virus que no excluyentes, sino todo lo contrario: que provienen de una célula primitiva, que evolucionaron de una célula parásita o que fue un camino independiente a la evolución celular de un caldo primigenio que dio pie a las primeras moléculas (tesis bastante verosímil por la existencia de las ribozimas, moléculas de ARN que actúan como enzimas).

Les tengo una noticia que quizá no conocían: de un 5% a un -10% de nuestro genoma tiene origen vírico, en otras palabras, somos mamíferos gracias a los virus. La próxima vez que vea una película de terror comience con espejo y tenga un poco de paz.

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