Como humanidad enfrentamos hoy un escenario de crisis global, tiempos inciertos tanto a nivel local como en escala mundial. Nuestras sociedades demandan soluciones prontas, liderazgos que escuchen a la ciencia y una institucionalidad pública que brinde confianza y claridad a millones de personas, por medio de respuestas eficientes y articuladas que nos permitan recuperarnos rápidamente de los efectos de la crisis por COVID-19 en nuestras vidas.
Entre los funcionarios públicos que podemos identificar hoy en primera línea de batalla, para poder atender una crisis de magnitudes planetarias, encontramos (aunque no solemos pensar en eso) a diplomáticos y diplomáticas de distintos Estados y en organismos internacionales, buscando colaborar para poder encontrar prontas soluciones y medidas de contingencia ante un panorama inédito para la humanidad.
Costa Rica no es la excepción.
Desde el inicio de la pandemia, conforme se fueron cerrando una a una las fronteras y las posibilidades de movilización internacional, nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y sus misiones en el exterior, reaccionaron de manera inmediata para contar con un servicio ágil, seguro, pero sobre todo humano y empático, capaz de auxiliar a nuestros connacionales, quienes quedaron atrapados en distintas partes del mundo.
Alrededor de 1500 costarricenses han podido volver a nuestro país, gracias en gran parte a las gestiones, profesionalismo y compromiso diario de funcionarias y funcionarios diplomáticos, tanto en San José como en el exterior, que han procurado acompañarles en momentos de angustia y complejos procesos implementados por los países, para tratar de contener la propagación del virus. Desde nuestras embajadas y consulados se ha buscado gestionar vuelos e identificar posibilidades de colaboración con otros gobiernos y aerolíneas, para que muchos costarricenses puedan estar hoy de vuelta en sus hogares.
Lejos de nuestro país, muchas veces en medio de los principales epicentros de la propagación del virus y con equipos reducidos, pero con gran sentido de responsabilidad, nuestros representantes en el exterior han asumido 24/7 el acompañamiento oportuno a muchas personas, en momentos de zozobra, y en muchos casos, soledad.
Las dos jóvenes que lograron volver de Wuhan, China, o la atención de decenas de costarricenses buscando orientación en países desbordados por los nuevos casos diarios, como en España e Italia, son ejemplos de cómo una misión en el extranjero debe estar al servicio de su gente.
La diplomacia costarricense también ha colaborado y liderado, a nivel bilateral y multilateral, distintos esfuerzos e iniciativas que, desde un enfoque colectivo y solidario, promueven que la comunidad internacional actúe como una sola para enfrentar al virus y sus secuelas en nuestros países.
Una de las cosas que han quedado claras en los tiempos de incertidumbre global que vivimos producto de esta pandemia es la necesidad de acción colectiva por parte de los Estados.
La diplomacia científica destaca en estos tiempos como una posibilidad para unir esfuerzos y crear puentes de confianza para que, por medio de la relación entre la investigación científica y diplomacia, podamos desarrollar rutas de cooperación que aumenten las posibilidades para crear una pronta vacuna, que sea efectiva, accesible y asequible para todas las personas, al mismo tiempo que se da respuestas financieras y sociales a nuestros países, particularmente a los más vulnerables.
Tenemos que tener claro que las medidas unilaterales no alcanzan para enfrentar los desafíos producto de una crisis sin precedentes. Es en este sentido que una diplomacia costarricense presente, con objetivos claros y que alza las banderas del diálogo y la solidaridad a nivel internacional se vuelve imprescindible. Al mismo tiempo, Costa Rica está llamada a continuar alzando su voz en defensa de la ciencia, el multilateralismo y de los Derechos Humanos.
Es en esa línea que se ha desplegado todo un esfuerzo diplomático a nivel internacional, que va desde las participaciones o cartas del presidente de la República ante organismos internacionales u otros Estados, a llamadas o gestiones diversas, tanto desde Casa Amarilla como por parte de todo el engranaje que conforma el servicio exterior nacional.
Los resultados ya son palpables, aunque ciertamente en algunas ocasiones pueden resultar lejanos a la cotidianeidad de muchas personas, por lo que muchas veces son un trabajo silencioso.
La participación costarricense en la iniciativa de colaboración mundial llamada “Act Accelerator” que presentará la Organización Mundial de la Salud el próximo 4 de mayo, el reconocimiento y respaldo internacional a acciones lanzadas por nuestro país, el apoyo a la misiva enviada a los organismos financieros internacionales, en que el presidente Alvarado propuso flexibilizar las valoraciones sobre la situación fiscal de los países; todas estas acciones ven su frutos también gracias al trabajo de un equipo diplomático activo y consciente del rol que les demanda el tiempo histórico en que vivimos.
Los esfuerzos país que han tenido como resultado la recepción de donaciones u otras formas de cooperación por parte de otros países, la colaboración científica, así como las posiciones y solicitudes expresas ante organismos internacionales, vienen acompañadas por una incansable gestión diplomática que permita posicionar estos mensajes en todos los foros posibles.
No es casualidad que recientemente el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en su “Evaluación Económica Inicial de los Efectos de COVID-19 y el Alcance de las Opciones de Política en Costa Rica”, reconociera que “la política exterior costarricense también ha estado activa ante la pandemia y se han generado importantes iniciativas”.
Es por esto que se vuelve necesario reconocer que el trabajo diplomático es vital en la lucha contra un virus que no respeta fronteras ni nacionalidades.
Costa Rica, gracias al trabajo que por muchos años ha permitido que su nombre y política exterior tengan una visibilidad internacional, está llamada a convocar sinergias y espacios que procuren soluciones innovadoras tanto para combatir la crisis sanitaria que tantas imágenes de dolor nos ha dejado alrededor del mundo, como para encontrar salidas solidarias que permitan a los países recuperarse económicamente sin que los más vulnerables en nuestras sociedades sean sacrificados.
Mucho se dice que el mundo cambió a partir de la propagación de este virus, que enfrentaremos una nueva normalidad a nivel local, pero también es claro que los engranajes geopolíticos globales están en movimiento. Ante una población mundial permeada por la incertidumbre, las y los diplomáticos costarricenses han sabido responder al momento histórico en que la diplomacia y la ciencia deben liderar la cooperación de la comunidad global contra este enemigo silencioso, llamado Covid-19.
Es por los más vulnerables, por la justicia social y por nuestro futuro común que la diplomacia costarricense debe seguir trabajando incansablemente como uno de los actores públicos necesarios para ganarle la batalla a la pandemia.
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