Henry Ford dijo que “antes que nada, estar preparado es el secreto del éxito”. Muchos años antes Miguel de Cervantes lo advirtió: “El hombre bien preparado para la lucha ya ha conseguido medio triunfo”; en el evangelio de Mateo 25,13 podemos encontrar la misma referencia: “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”. Y mi favorita de Thomas Jefferson: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”.
Después de más de un mes de este cambio de vida por una emergencia sanitaria, me atrevo a decir que en el mundo hay solo dos clases de personas: las que estaban preparadas y las que no.
¿Pero cómo íbamos a estar preparados para el COVID-19, si nos tomó a todos por sorpresa? ¡Es un evento inédito, imposible predecir lo que iba a suceder en cuestión de pocas semanas!
Obviamente no podíamos anticipar la aparición de un virus como este y menos su rápida propagación, pero sí podíamos estar preparados para ser las personas que, sin demasiado esfuerzo, pudieran adaptarse a las nuevas circunstancias, abrazar la incertidumbre y salir fortalecidos, ser resilientes, veamos:
Trabajar desde casa. ¿Tenía su empresa un plan, al menos de tiempo parcial, de trabajar desde casa para evitar congestión vehicular y estrés innecesario para sus colaboradores? ¿Había desarrollado las habilidades, adoptado la tecnología, creado los canales de comunicación, cultivado la confianza y la cultura corporativa para trabajo remoto?
Si la respuesta es no, seguramente tardó varios días o semanas con baja productividad mientras hacía los cambios, desarrollando los planes contra el tiempo, generando mecanismos de seguimiento, familiarizándose con las tecnologías para hacer reuniones, etc. Y aún hoy, muchos de sus colaboradores al medio día no ha se han quitado la pijama.
Sus relaciones más cercanas. ¿Era usted de los que tenía casa hotel? Esos que salían en la mañana a trabajar y regresaban en la noche a dormir, con poca interacción con la familia, bajos niveles de colaboración en las tareas del hogar, poca empatía hacia las necesidades de sus padres, hermanos, pareja o hijos.
Si la respuesta es sí, posiblemente desde hace muchos días está desesperado por salir, y ojalá ya ha empezado a valorar el interminable trabajo doméstico y ahora conoce el nombre de algunos maestros de sus hijos. Esta pandemia fortalecerá las relaciones de pareja o las terminará más rápidamente. ¿Cuál será su caso?
La relación con su cuerpo físico. ¿Usted ya practicaba deporte regularmente, sabía como hacer una rutina de ejercicios cardiovasculares o funcionales con o sin pesas en el gimnasio o en el parque? ¿Comía balanceado y con moderación, mantenía su peso controlado y no fumaba?
Si su respuesta es sí, seguramente no calma la ansiedad haciendo visitas frecuentes al refrigerador, ha convertido la silla del comedor en una herramienta de entrenamiento, ya ha descargado y probado varias aplicaciones gratuitas de ejercicios y hasta está experimentando con el yoga o el baile.
Manejo de sus emociones. Esta es tal vez la preparación más importante ¿Es usted el amo de sus pensamientos y sus emociones o por el contrario ellos le dominan? Si ya desde antes se ha entrenado en observarse, sabe hacer un alto cuando se percibe inquieto o enojado, medita, lee y ve material edificante, evita exponerse en exceso a las noticias, no reproduce rumores, no se involucra en discusiones improductivas de las redes sociales, se rodea de personas positivas y que practican la gratitud y no el drama, ¡Felicidades!
“El precio de la libertad es la eterna vigilancia”. Si hoy, a pesar de la cuarentena, con restricciones a la movilidad y a vivir la vida que conocíamos, usted se siente libre, es porque pertenece a la mitad del mundo que sí estaba preparado para una pandemia.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.