El título no alude a la segunda película del cineasta chileno Alan Fischer, lamentablemente se trata de un país real cuyos gobernantes claman a todos los vientos que pasan por ahí que se vive en una democracia.
Si bien no existe una definición precisa y universal de lo que puede entenderse por una democracia. La mayoría de los conceptos que la engloban hacen énfasis en las cualidades, procedimientos e instituciones que son mínimamente necesarios para que esta exista. Aunque existen muchos tipos de democracia, cuyas distintas prácticas producen también efectos variados. El propio entendimiento, experiencias y creencias de los ciudadanos, así como la historia que ha construido un país en particular, deben ser incluidas para crear una definición que sea significativa y práctica en su vida cotidiana. Existe un mínimo común múltiplo que distingue la democracia, de las dictaduras y los autoritarismos de toda índole.
Sin pretender realizar un resumen de filosofía política, los elementos claves de una democracia mínimamente funcional se podrían resumir en que la Soberanía reside en el pueblo (nacionales y naturalizados) a través de sus gobernantes electos en procesos transparentes y libres de toda sospecha de fraude. La Representación del gobernante existe únicamente sí, y solo sí existe identidad con el pueblo que representan (la honestidad y la moderación son un presupuesto de quien ejerce el poder). El respeto al imperio de la ley es total, y nunca el ordenamiento jurídico debe ser puesto al servicio de los gobernantes, sino del pueblo, para mejorar las Instituciones y procurar el progreso de todos. El Estado democrático ha de respetar los derechos de los individuos. Uno de ellos es el de la libertad para organizar su vida privada y pública, es decir, libertar de reunión y la libertad de opinión sin persecución ninguna. La democracia supone el afán de progreso, es decir, de que es posible mejorar y perfeccionar las instituciones como consecuencia de la voluntad colectiva. El ciudadano puede detectar los problemas e intervenir en las soluciones. Nada hay irremediable en política. En consecuencia, el real ejercicio del pluralismo no constituye una amenaza para ninguna democracia. Todos los poderes por legítimos que sean, han de estar limitados, no han de concentrarse ni en las mismas personas ni en las mismas instituciones. Esto significa que el poder no ha de estar unificado, tiene que haber separación de poderes y asimismo estos poderes han de equilibrarse unos a otros. Es necesario, pues, que, en palabras de Montesquieu “el poder frene al poder” (El espíritu de las leyes). Esta separación y equilibrio de poderes se da cuando el poder judicial es independiente del político, el poder de los medios de comunicación es independiente de los gobiernos y de los intereses de individuos particulares, el poder político y económico se limitan mutuamente y conservan su lógica autónoma.
Este pequeño e ingenuo manual que para cualquier costarricense puede resultar obvio, es una quimera en el país del sacuanjoche, donde hace dos años, los gobernantes de facto, sin legitimidad popular, que han usurpado todos los poderes del Estado ordenaron la represión sistemática de personas desarmadas que expresaban su descontento con su gobierno. Tienen más dinero que la más rancia burguesía que tanto criticaron, ordenaron el asesinato sistemático de sus ciudadanos, especialmente los jóvenes, y ahora no toman ninguna medida efectiva ante una pandemia mortal ocultando su agenda maquiavélica. En esa porción de tierra, poblada, formalmente institucionalizada pero ocupada por sátrapas afines, el Estado es imaginario.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.