La pandemia por COVID-19, como he señalado en comentarios anteriores, genera distintas repercusiones. Hoy me refiero a la necesidad de más globalización tras el fin de esta fase del virus SARS-CoV-19. Lo cual será difícil que ocurra, porque también esta crisis ha producido mayor nacionalismo y acciones de gobernantes populistas.
¿Por qué más globalización, cuando se responsabiliza a esta por la pandemia? Primero, porque todo problema planetario requiere soluciones planetarias. Segundo, porque si la Organización Mundial de la Salud (OMS) tuviera la capacidad de acción que ameritan situaciones sanitarias que demandan una política global para lograr resultados en el corto plazo, pero sobre todo en materia preventiva, los resultados de este coronavirus no hubieran sido tan nefastos. Veamos.
Si la OMS tuviera control efectivo sobre las medidas en contra de enfermedades contagiosas en todos los países, no limitándose a dar directrices, la COVID-19 no hubiera pasado de una epidemia focalizada. Pero China impidió que se actuara desde noviembre y por eso es responsable de lo que pronto comenzará a ser denominada “pandemia china”; como también impide que la OMS aproveche el excelente manejo de la crisis por parte de Taiwán, negando el derecho de 24 millones de personas a contribuir con lecciones sistematizadas a la salud mundial, e irrespetando el principio de autodeterminación de los pueblos, que Pekín dice defender en el mundo. Lo mismo sucede en el caso de Estados Unidos, en donde la Casa Blanca no atiende las recomendaciones de la OMS, porque considera que el país es capaz de soportar cualquier cosa, aunque Trump se haya encargado de destruir un sistema de seguridad social, ya de por sí débil y de mala calidad. Por eso, hoy la tendencia hace pensar que el país con más contagios y muertos será Estados Unidos. Y el lema de Trump de “Estados Unidos primero” (America First) es una amenaza para el mundo.
Lo mismo puede decirse de entidades como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en sus respectivos campos. De igual forma la ONU debe ser reformada y fortalecida, superando la estructura obsoleta de la Guerra Fría, con un grupo de cinco potencias con derecho a veto que continúan actuando en términos de una lucha político-militar-ideológica superada. De paso es urgente superar otro esquema igualmente obsoleto, el de izquierda-derecha. Hoy no hay gobernantes de izquierda o de derecha; estos son conceptos de los dos siglos anteriores.
Ubicar a tres gobernantes como Trump, Putin y Xi en posiciones de izquierda o derecha no tiene sentido. Los tres buscan perpetuarse en el poder (ya Putin puso fecha a su mandato: 2036) y los tres explotan un capitalismo salvaje para obtener beneficios para sus regímenes, aunque con estilos hegemónicos diferentes. Por eso no hay que extrañarse si en corto tiempo se ve agitación social y política en los tres países.
En tercer lugar, se requiere más globalización porque la lucha contra las pandemias debe ser mundial y no basada en el utilitarismo de las farmacéuticas y los Gobiernos. La humanidad convive, en los últimos años, con tres pandemias: malaria, SIDA y tuberculosis. Estas matan anualmente unos tres millones de personas. Hoy todas las investigaciones sobre estas enfermedades están detenidas, porque no son atractivas en materia de negocio como lo es la de COVID-19; por eso se busca desesperadamente una vacuna, pero ya gobernantes como Trump hacen esfuerzos para patentarla y obtener ganancias astronómicas, lo mismo hacen empresas chinas. Por eso en un comentario anterior me refería a la politización de la pandemia que hacen Gobiernos como los de China, Rusia y Turquía.
La OMS debe asumir un rol planetario y poder emitir no solo directrices, sino políticas públicas globales que sean acatadas por los gobernantes, porque los virus no tienen nacionalidad y no responden a los mandatos políticos ni a las fronteras nacionales.
Lamentablemente, para la humanidad y la civilización global, el día después de la “pandemia china” parece que será de menos globalización y más nacionalismo y populismo. Parece que no aprenderemos las lecciones que genera el SARS-CoV-2 y que obliga a hacer coincidir las acciones en las dimensiones sanitaria, económica, política, social y cultural de un fenómeno planetario.
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