La emergencia nacional que ha generado la pandemia de COVID-19 ha obligado al país a tomar distintas medidas para evitar el contagio. Tales medidas incluyen, también, a los centros penitenciarios. Hoy se cumple más de un mes de cuarentena obligatoria y, aproximadamente, desde mediados de marzo de este año se suspendió totalmente la visita de cualquier índole a las personas privadas de libertad.

Ante el primer caso confirmado de COVID-19 en un centro penal costarricense lo ideal es que el país comience a adoptar medidas creativas, solidarias y que potencian la dignidad del ser humano en los centros penitenciarios, tomando como referencia algunas experiencias innovadoras.

Por ejemplo, en el caso de Querétaro en México, ante la suspensión de las visitas familiares, conyugales y aquellas actividades de tipo religioso, se adquirieron equipos tecnológicos y, al mismo tiempo, se configuraron ochenta tabletas nuevas para mantener la comunicación con los familiares de las personas privadas de libertad.

En Paraguay la tecnología ha sido muy útil. En este país mediante la Unidad Especializada de Tecnologías de la Información y Comunicación se facilitaron computadoras en algunos centros penitenciarios para que las personas privadas de libertad pudieran mantener la comunicación con sus defensores públicos, lo que les permitirá conocer sobre sus procesos.

Otra medida que ha generado una discusión interesante es la que adoptó Argentina. En este país, el sistema penitenciario autorizó el uso de celulares en sesenta y nueve centros penales con el fin de garantizar el vínculo de las personas con sus familiares. Para algunas organizaciones de derechos humanos argentinas, esta medida está provocando beneficios como, por ejemplo, el mantenimiento de la comunicación, la limitación del negocio ilegal de teléfonos y de tarjetas prepagos en centros penales, así como un descenso en la conflictividad y un mayor respeto a los derechos de las personas privadas de libertad.

Otra de las dimensiones tiene que ver con la educación al interior de los muros. En este sentido, por ejemplo, en algunos centros penales de Estados Unidos y México, han optado por el aprendizaje remoto mediante correspondencia, por lo que se empaquetan en sobres individuales las lecturas y ejercicios para las personas privadas de libertad, o en ocasiones se realizan sesiones sincrónicas a través de videoconferencias.

Finalmente, otro aspecto vital en esta coyuntura, el acceso y atención en materia de salud. En este sentido, Colombia está utilizando la telemedicina con el fin de no abandonar la atención a las personas en los centros penales. Por supuesto, la entrega de implementos de limpieza a esta población ha sido una medida simple que, sin embargo, no ha sido una práctica recurrente en todos los centros de atención.

Ciertamente los recursos son escasos y colocan al país en un dilema de frente a decisiones de este tipo. Hay acciones que podrían colocar al sistema penitenciario de nuestro país en una dimensión más humana si lográramos implementar alguna medida similar a las que he mencionado, u otras que nos podemos imaginar, y mostrar que es posible garantizar derechos que de una u otra forma se afectan con mucha más profundidad en situaciones como las que enfrentamos hoy. El primer paso, por supuesto, siempre es el más difícil. Pero los demás, siempre será más fáciles.

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