El pasado 21 de marzo del 2020, los ojos de un planeta lleno de preocupación por la amenaza del SARS-CoV-2 (virus que causa la enfermedad conocida con el nombre de COVID 19) se dirigieron a una publicación realizada en Twitter.

Desde la cuenta del presidente Donald Trump se publicó: “La HIDROXICLOROQUINA Y LA AZITROMICINA, en conjunto, tienen una oportunidad real de ser uno de los mayores cambiadores de juego en la historia de la medicina. La FDA ha movido montañas - ¡Gracias! Esperemos que AMBOS se pongan en uso INMEDIATAMENTE…”.

De la mano con incremento en el número de casos de pacientes con COVID 19, se ha desarrollado una búsqueda desesperada por encontrar alternativas de tratamiento que permitan mejorar el pronóstico de los pacientes, sobre todo de aquellos con cuadro clínicos más severos.

Sin embargo, por tratarse de una enfermedad de aparición reciente o enfermedad emergente; la mayor parte de los estudios que respaldan el uso de los diferentes medicamentos están desarrollados a partir de un número pequeño de individuos o cuentan con un diseño o metodología que no son ideales.

En el caso de la hidroxicloroquina es un fármaco de uso sumamente frecuente, sobre todo en el escenario de pacientes con enfermedades con Lupus Eritematoso Sistémico y otras enfermedades conocidas como enfermedades autoinmunes.

La hidroxicloroquina es uno de los fármacos que se han estudiado de manera más extensa en esta pandemia, dado que gracias a su mecanismo de acción se considera que logra evitar que el virus ingrese a las células a nivel del aparato respiratorio y con esto disminuye la severidad de la enfermedad ocasionada por el coronavirus.

No existen estudios en seres humanos que hayan demostrado que el utilizar este medicamento va a evitar que la enfermedad se produzca, y por lo tanto no debe utilizarse de forma indiscriminada en aquellas personas que no tienen un diagnóstico de infección por SARS-CoV-2. Dado que aparte de que esta conducta no garantiza un beneficio real para el sujeto que utilizar el medicamento, si no que además implica el uso fármaco con efectos secundarios a considerar.

En el caso de la combinación de hidroxicloroquina y azitromicina (un antibiótico con actividad contra bacterias) tan ovacionada por Trump, pues tiene 2 problemas fundamentales: su recomendación se basa en único estudio realizado en Francia en el que 6 pacientes se les dio tratamiento con los 2 medicamentos y se reportó curación en el 100% de los sujetos, sin embargo, un estudio con un número tan reducido de pacientes no permite tener la evidencia de calidad que se busca en un ensayo o estudio clínico que respalde el uso de un fármaco. Además, en este estudio la curación de paciente se definió por medio de la negativización de prueba de laboratorio que detecta el virus a nivel del hisopado nasofaríngeo, y no aclara si esto se relaciona con mejoría en la condición clínica de estos pacientes “curados”.

Existe gran expectativa respecto a esta combinación de fármacos y otras alternativas de tratamiento planteadas, las cuales  se están utilizando en diferente ensayos clínicos, no obstante, como lo explicó el Dr. Anthony Fauci, quien es el jefe del Instituto Nacional de Enfermedades Infeccionas y Alergias de los Estados Unidos, existe la necesidad de más estudios que permitan demostrar de manera sólida la eficacia de estos tratamientos.

Debido a todo lo anterior, el anuncio hecho por Trump no debe general las falsas expectativas de haber encontrado una cura definitiva para este problema que nos ocupa, si no que es una alternativa más que debe analizarse a la luz de la evidencia científica.

No debemos correr a las farmacias a comprar hidroxicloroquina o azitromicina con la idea de que estos medicamentos son la cura infalible para esta infección, o mucho menos creyendo que su uso evitará que podamos desarrollar la infección por este coronavirus. Esto detonará en el hecho de que aquellos pacientes que sí tienen indicación para utilizar este tratamiento (sea por una infección confirmada o porque lo utilizan crónicamente por otra enfermedad) no puedan tener acceso al mismo porque se encontrará agotado, poniendo en riesgo su salud.

El uso de hidroxicloroquina y cualquier otro fármaco en este contexto debe ser indicado por un médico que corrobore que el paciente tiene una infección por SARS-CoV-2, y las farmacias deben procurar que la venta de estos solo sea posible si ese requisito se cumple ese requisito.

Vivimos un momento de crisis tanto a nivel nacional como mundial, y las alternativas terapéuticas con adecuada evidencia son más limitadas, y ante un futuro cercano que plantea un desbalance entre la oferta y la demanda de un fármaco como la hidroxicloroquina, es imperativa la necesidad de garantizar la disponibilidad de este y otro fármacos para aquellos pacientes que realmente se beneficien de recibir este tratamiento (basados en la evidencia científica).

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