En tiempos de pandemia, es difícil no sentir miedo. La vida como la conocemos parece cambiar con cada vistazo a los titulares. Pero peores momentos hemos pasado, y ténganlo por seguro, por más solos que nos podamos llegar a sentir, todos estamos en el mismo barco.
Ya sabemos que el coronavirus no discrimina; cualquiera está en riesgo. Nadie puede enfrentar esta crisis solo y poco importan nuestros mejores esfuerzos para cuidarnos a nosotros mismos, si no cuidamos a nuestra comunidad con el mismo empeño. Este mensaje va especialmente a las personas jóvenes, quienes nos tomamos a la ligera la crisis actual. Claro, la percepción de riesgo esta distorsionada por el individualismo, un estado de salud relativamente bueno, y un mal entendimiento del comportamiento de esta pandemia. Pero recuerden, cuantas menos personas infectadas haya, más seguros estaremos todos. Entre menos presión a nuestro sistema de salud (#aplanemoslacurva), menos peligra la atención de una persona que pueda necesitarla. Esa es nuestra realidad actual, debemos cuidarnos porque las personas a nuestro lado necesitan que nos cuidemos.
¿Qué nos toca? Distanciarnos socialmente. No hace falta esperar que prohíban algo para dejar de hacerlo. Estos son relativamente pequeños sacrificios que tendremos que perdurar por un rato más. Nos caerá bien una pausa, un respiro, un silencio.
Sin embargo, recordemos que, como ciudadanos, aislados o no, nosotros somos un pilar esencial del sistema de salud. Me llena de esperanza ver todas las formas creativas que las personas han encontrado para ser útiles en la construcción de un tejido social nuevo contra el aislamiento y el virus, y aun no siendo profesionales de la salud, muchos se han ofrecido para brindar apoyo para aumentar el bienestar a los más necesitados. Sin embargo, aun requerimos de un esfuerzo colectivo mayor para vencer el Covid-19.
Esta crisis pone a prueba los valores con los que nos identificamos todos y todas. No hay duda de que el costo de la crisis será alto. Cuan grande sea ese costo, dependerá de nuestra solidaridad con las partes más vulnerables de la sociedad.
Costa Rica ya dio el primer paso, y a nivel mundial no debería demorarse más la implementación de las políticas y decisiones necesarias para proteger la salud pública. Y aquí muchos se preguntan, ¿por qué no cerrar todo mejor de una vez? Tenemos que reconocer que no podemos “apagar” la sociedad en su totalidad. Trabajadores esenciales deben ir a laborar aún. No solo los profesionales de la salud, personal administrativo y de mantenimiento de los servicios de salud, pero también necesitamos personas en los almacenes, bodegas, aduanas, transportistas, empleados en las tiendas si vamos a tener comida y otros artículos esenciales. Así también necesitamos asegurar que los socorristas, bomberos, policías, jueces tengan lo necesario para mantener el orden social. Debemos solidarizarnos con ellos y ellas también.
Volvamos a estar orgullosos de los que nos identifica como costarricenses. Sintámonos unidos dondequiera que estemos. La solidaridad es el mensaje que debe transmitirse por todas partes para asegurar un futuro mejor. Y sí, ese futuro no está claro. Algunos perderán su empleo. Algunos inclusive perderán su vida. Pero tenemos que cuidarnos unos a los otros. Este es la nueva realidad en la que nos encontramos en los meses por venir, y en este momento la magnitud del impacto depende de nuestra voluntad y capacidad de aceptarlo. Esta pandemia, aunque parezca paradójico, nos da la oportunidad para cambiar el dogma individualista que a veces parece reinar y reivindicar la solidaridad como un pilar esencial de nuestra humanidad. Respetemos la distancia, pero superemos esta crisis más cerca que nunca, juntos. Estoy seguro de que no dejaremos nadie solo ante esta crisis.
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