Este correo llega a un grupo limitado de personas: las que pagan su suscripción D+. En principio, eso quiere decir que ustedes forman parte de un segmento de la población que a) Cree en la importancia de mantenerse informado y b) Está dispuesto a pagar porque una fuente de su confianza siga generando esa información.
Evidentemente ese punto b también indica que se tienen los recursos para pagar. Sabemos que $5 al mes para muchísimas personas son un lujo y aunque aprecian el valor de nuestro trabajo no pueden hacer esa inversión. Por ese motivo, también, les agradecemos por su ayuda y les recordamos que si conocen a alguien que pueda suscribirse también por favor le inviten a sumarse. Seguimos muy lejos de la meta necesaria para alcanzar nuestro punto de equilibrio.
PERO. Ese no es el punto de hoy. El punto de hoy es recordarles que ustedes conforman una especie de núcleo medular de personas significativamente preocupadas por el bienestar del país. Un grupo de personas que entiende la importancia de la información y el conocimiento como herramientas para combatir el caos y para procurarnos todas y todos una mejor calidad de vida.
Esto implica tomar un papel activo en contra de la desinformación y la ignorancia. Aclaro que no utilizo esta palabra de forma peyorativa. Si como nación somos proclives a creer cualquier cosa que nos llegue por Whatsapp la culpa es compartida. No es que la persona sea “estúpida”. Como un todo, hemos fallado. Y precisamente por eso tenemos que atender a esas carencias y aportar desde nuestra situación de privilegio: la vida nos dio suficientes elementos para discernir, para aprender, para mejorar. Pero nos los dio para que nos limitemos a enojarnos con la gente que agota el papel higiénico.
A ver, no viene mal una regañadita de cuando en cuando, especialmente cuando las circunstancias lo ameritan. Pero una golondrina no hace verano (sí, me estoy reapropiando de esa expresión, no voy a permitir que caiga en desgracia por el desafortunado uso que le dio la anterior administración). Tenemos que ir más allá de lo reactivo y actuar con prudencia, mesura, inteligencia emocional y sobre todo estratégica.
No es que vamos a resolver la crisis de educación en medio de una crisis de salud. No. Pero definitivamente podemos aportar en momentos de apremio para, una vez más, ofrecerle a la sociedad (al mundo, si nos dejamos llevar por el idealismo) la mejor versión de nosotros. ¿Por qué? En principio porque es lo mejor para los demás, pero si necesita una razón egoísta también porque es lo mejor para usted. Para todos la luz, para todos todo.
Entonces ¿qué podemos hacer? Por cuatro años el experto en literatura digital Mike Caulfield, de la Washington State University, ha trabajado en un modelo que llamó SIFT (Stop, Investigate the source, Find better coverage, Trace claims, quotes, and media to the original context). Básicamente: Deténgase, investigue la fuente, busque más cobertura, revise las afirmaciones y las citas hasta su contexto original.
A ver, básicamente lo que está proponiendo hacer a la ciudadanía es lo que ya hace la gente que se dedica al “fact check” y lo que en principio, como mínimo, deberíamos hacer todos los periodistas. El objetivo de Caulfield es que en vez de poner la responsabilidad en otra persona (o peor aún, difundir lo que no nos consta) tomemos 30 segundos de nuestro tiempo para determinar la veracidad de la información que hemos recibido.
El artículo de OneZero que cito, da dos ejemplos concretos. Uno el de un supuesto “científico” que tuiteó que el alcohol en gel no funcionaba como alternativa al jabón porque combate bacterias y no virus. Aquello se masificó y llegó a Facebook, WhatsApp, etc, hasta que los medios empezaron a desmentirlo.
En este caso NADA en la cuenta del usuario que generó la desinformación daba a entender que se tratara de alguien serio ofreciendo información respaldada. Con solo llegar al punto de “investiguemos la fuente” habría bastado para evitar el caos. Otro ejemplo seguro les llegó también ya. Es el que indica que un profesor de medicina de Harvard fue arrestado por conspirar con el gobierno de China para crear el coronavirus. En este caso la fuente era real: CNN. ¿El problema? El contexto.
Bastaba con revisar la nota de CNN sobre el arresto del profesor para establecer con total claridad que no tenía nada que ver con el coronavirus. Un mínimo de trabajo y listo: descartada la noticia falsa. De ahí la necesidad de resistir el impulso de a) compartir en automático o b) ser esa persona que lo manda a alguien más para que le haga el brete de confirmarlo.
¡Hágalo usted mismo! Saque el ratito, si hay una situación que lo amerita es esta. Sea proactivo, colabore, tan pronto le llegue cualquier información del coronavirus cuya validez sea cuestionable proceda de lleno con el SIFT y luego con el trabajo comunal (porque eso es) de avisarle a quien se la envió que es falsa, a fin de que deje de reproducirla. Pero escúcheme, por favor acepte este consejo no solicitado: hágalo de forma asertiva.
Cuando los nervios están de punta las emociones brotan a flor de piel. Estamos sensibles. Enojarnos y maltratarnos no colabora a construir la calma que necesitamos en este momento. Entiendo que el instinto humano hace muy “sabrosa” esa idea de corregir a los demás y probar nuestro conocimiento. No se trata de eso. El impulso no debe ser nunca probar que sabemos más, porque, en todo caso, si supiéramos más, sabríamos que se felicita en público y se corrige en privado, por ejemplo. Pero de nuevo, me desvío, lo que realmente quiero instarlos a hacer es a activar toda su paciencia y todo su sentido común para que la corrección sea efectiva, no confrontativa. A nadie le gusta sentirse humillado, mucho menos que su ignorancia quede en evidencia.
Hay formas y formas, por eso de nada sirve “lavarse las manos” en 5 segundos. Hay que hacerlo bien. Toma tiempo sí, pero es la única forma de protegernos y ayudarnos de verdad. De paso cerremos el tubo mientras aplicamos el jabón. Vamos a necesitar mucha agua y no estamos para desperdiciarla.
Entonces...
Hoy podemos decir que el fin justifica los medios. El fin es la salud de todos, sobrellevar y superar una crisis de altísima escala con la menor afectación posible. Ganarle a la curva, ayudar a las autoridades de Salud, seguir sus indicaciones, mantenernos informados y recordar que esta es una situación que evoluciona día con día. Es nuestra responsabilidad moral, ética, humana, entender que el tema es serio y que todo lo que se nos está pidiendo es prevención y colaboración.
Sabemos que eventos como este exasperan muchas emociones de las que ninguno de nosotros, en su condición de humano, escapa. Pero también sacan lo mejor de la especie. También nos invitan a ser más empáticos, más solidarios, más respetuosos, más comprensivos. Seámoslo, porque esto apenas empieza y las consecuencias, está clarísimo. irán más allá de la salud, afectando directamente la economía de muchos sectores que ya empiezan a verse en problemas.
Nos guste o no el país va a necesitar de nosotros mucho más que el lavado de manos. El país va a necesitar que nos arrollemos las mangas. Empecemos a pensar desde ya en cómo vamos a ayudarnos. En cómo vamos a poner, cada uno de nosotros, un poco de nuestra parte. Se pondrá cuesta arriba. Subiremos juntos, o no subiremos del todo.