Desde los primeros estudios sobre los lugares más peligrosos para las mujeres afectadas por violencia de género de inicios de este siglo (Carcedo y Sagot, 2002) en Costa Rica, se determinó claramente que el lugar más peligroso para nosotras es la casa y sus alrededores.

Además, un informe sobre violencia de género de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 2013, declaraba entonces la violencia contra las mujeres como un problema de salud global de características pandémicas, por cuanto se calculó que el 30% de las mujeres en todo el planeta sufrirán algún tipo de violencia en algún momento de su vida. Esto que coincide con cifras del Centro de Investigación de Estudios de la Mujer de la Universidad de Costa Rica, que indica que 1 de cada 3 mujeres costarricenses ha padecido algún tipo de violencia de género.

En tiempos de pandemia sanitaria que está generando un caos global que ha llevado a los gobiernos a decretar quedarse en casa de manera forzada y teletrabajar –confinamiento y encierro– para evitar contagios del COVID-19, no puedo dejar de pensar que este es el peor escenario para las mujeres que sufren violencia y deben estar, de momento, alrededor de dos semanas encerradas con sus maltratadores.

Este encierro preventivo por nuestra salud expone brutalmente a las mujeres por cuanto estarán prácticamente tiempo completo con sus maltratadores y la más pequeña desavenencia doméstica puede ser el disparador de gritos, insultos, golpes o lo peor, el femicidio.

Un confinamiento de esta magnitud, en espacios de hogar tal vez hacinados y poco empáticos, puede quebrar los nervios de cualquier ser humano; por tanto, no me quiero imaginar la dinámica casera durante 40 días con un agresor sistemático, que además de estar, probablemente nervioso por el encierro, se sienta empoderado ante las dificultades de circulación y movilidad de su víctima debido a las circunstancias extraordinarias de aislamiento y control.

Como señala el doctor Luis Lorente, “el objetivo principal de la violencia que se ejerce contra las mujeres es controlarlas y someterlas a los dictados del maltratador, el daño y las lesiones son una parte de los instrumentos que utilizan para lograrlo, pero la idea que mueve a un agresor es retener a la mujer dentro de los límites que él impone sobre las referencias definidas por la cultura. Por eso antes de las agresiones se produce un aislamiento de la familia, las amistades y el trabajo, y por ello utiliza también una estrategia aleccionadora con el objeto de que las agresiones se vivan como una referencia de lo que puede ocurrir en caso de no seguir sus dictados, y de ese modo hacer que la propia mujer se “auto-controle” sin necesidad de agredirla a cada momento”.

Por ello, los decretos de confinamiento forzado por motivos de salud deben tomar en cuenta las situaciones de violencia que sufren las mujeres –y sus proles y las personas vulnerables que también están bajo la sombra del maltratador—, por cuanto es muy probable que se incremente la intensidad y la prolongación de la violencia.

El peligro es inminente y no he visto hasta el momento, ni en Europa ni en los países Centroamericanos, ningún tipo de campaña o enfoque que tome en cuenta esta lamentable realidad de las mujeres.

Los Gobiernos y las instituciones que llevan este tema, deben lanzar de manera inmediata una campaña de prevención y acción contra la violencia de género, al igual que nos manda a lavarnos las manos.

Mis sugerencias:

  • Una campaña empática y sencilla que haga que las mujeres víctimas de violencia se sientan con la seguridad de que sus denuncias serán atendidas lo antes posible.
  • Monitoreo constante de los casos de violencia ya denunciados, de las órdenes de alejamiento y de los agresores ya conocidos y reincidentes.
  • Desarrollo de campañas de detección y denuncia de casos de violencia de género por parte de las personas vecinas de las afectadas por violencia.
  • Prevenir y monitorear posibles casos de violencia sexual en hospitales y albergues.
  • Habilitar albergues con todas las normas higiénicas recomendadas, para estas mujeres y sus familias, en caso de requerir un traslado urgente.

En tiempos especiales y de desafíos como los que estamos viviendo, no podemos dejar de lado a las mujeres y nuestras circunstancias de vida particulares.

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