Los sábados —ya lo he mencionado antes— almuerzo con mi madre. Repasamos los eventos de la semana e intercambiamos puntos de vista. Para mí es un espacio terapéutico, puedo conversar con ella lo que con nadie, y, francamente, encontrar un “balance” a la presión de la semana, un espacio de desahogo.
Es una oportunidad de ir “más allá” de lo que comentamos en nuestros reportes. Profundizar, por ejemplo, en la carga de frustración, o bien en las razones por las cuales algunos días uno mismo se cuestiona la propia naturaleza de su trabajo. ¿Realmente algo puede cambiar? Aquí estoy yo, domingo a domingo, convenciéndolos de que sí y sin embargo, no escapo a las mismas dudas de cuando en cuando.
Así las cosas, si bien tengo claro que para el grueso de la población el nombramiento de Jesús Ramírez como presidente de la Sala III es un tema menor, a título personal representó un golpe severo, una derrota moral. Se suponía que el Poder Judicial quería empezar a enviar señales de lavarse el rostro...