Gimnasio Nacional, San José. Su tono al saludar no es normal. Habla con la seguridad de una adulta y combina en cada anécdota el “mae” con el “parce”. Cada detalle forma parte de su contexto....Karina cumple todo lo que, usted y yo, odiábamos a los 17 años:

- Hola Diego. Un gusto.

- Igualmente Karina. Creo que tal vez podríamos sentarnos por acá...

- Claro que sí. Solo que sería preferible empezar YA porque en una hora debo retomar mi entrenamiento...

- Tranquilidad. De inmediato pongo el cronómetro.

Sus padres llegaron a Costa Rica hace 25 años. Escaparon de una conflictiva Medellín, Colombia y en nuestro país dejaron un legado al poco tiempo: el nacimiento del voleibolista Daniel Dyner hace 19 años y la esgrimista Karina Dyner hace 17.

Una relación de hermanos un tanto conflictiva. Al punto que el talento de Daniel para el voleibol fue el punto de partida para que Karina quisiera destacar en otra disciplina ¡Así de competitiva como se escucha! Para esta familia el deporte es pasión y como buenos colombianos, no aceptan un compromiso a medias.

A los 10 años, nuestra protagonista ingresó a una academia de esgrima por recomendación de una compañera de la escuela. En aquel momento, un deporte mixto por la escasez de deportistas y con tremenda excusa para “ganarle a más de un hombre” durante 3 años.

No era la más destacada, pero la seriedad con la que asumía cada competencia llamaba la atención. Entre sus anécdotas, le costará olvidar cuando un entrenador polaco (Jerzy Konczalski) se le acercó y la invitó, con un inglés bastante extraño, a participar en los entrenamientos de la selección nacional. Una propuesta que no agradó en su antigua academia, pero bueno, los sacrificios "hay que hacerlos" según Dyner.

Ya en la selección la historia no fue color de rosa. Primero porque no existía una categoría infantil, segundo por las derrotas del inicio y tercero por la soledad, ya con más confianza en su rostro me confiesa que no era fácil convivir con veinteañeros por la diferencia de gustos y los pocos temas de conversación con una niña de 13 años.

En las primeras salidas con la selección la marcó el hecho de que Costa Rica no buscaba medallas, es decir, todo resultado era bueno por el aprendizaje ¿Se imagina decirle eso a un Dyner y sobre todo a Karina? Pues claro que la enfureció, por lo que intenta cambiar esa mentalidad a diario.

Aún falta mucho trabajo pero al menos en 2018, ni siquiera necesitó hablar o insistir. Solo bastaron sus medallas en copas mundiales y panamericanos, para que sus compañeros también subieran al podio centroamericano.

Desbloquea su celular y mira el reloj.  Aprovecho los últimos minutos para hablarle de su luxación de hombro (la operaron el 7 de septiembre) y buscar por lo menos una respuesta no tan pensada:

-Estoy bien, ejercitando todos los días para recuperarme rápido y volver a competir.

-¿Pero no da miedo? Al menos alguna duda....

-De ¿Qué? Es parte de ser atleta y hay que aprender a vivir con ello.

Se acabó, nunca me permitió erradicar mi odio juvenil. Quiero creer que lo trae en la sangre o forma parte de su educación, al menos para no sentirme tan mal por la responsabilidad, madurez, profesionalismo y hasta "hablada política".