La realidad nacional es tan convulsa como cambiante. Cada día se polariza más y más la población, nos dividimos entre los que estamos en el bando A o el bando B, sin capacidad de ceder cuando uno u otro tiene un poco de razón en sus argumentos. En muchas ocasiones no hay espacio para el diálogo, y aún si se llega a reconocer que no se tiene la razón del todo, mientras el resto no me agrade, no me haga sentir cómodo o cómoda o simplemente el orgullo no me lo permita, jamás habrá posibilidad de aceptarlo públicamente.
A nivel nacional son muchos los temas que requieren de nuestra atención y crítica, y otros que, personalmente pienso que son “cortinas de humo”. Estas situaciones nos distraen de la realidad que verdaderamente importa y en la que como ciudadanos responsables deberíamos involucrarnos. Nuestros intereses como ciudadanos y ciudadanas están permeados por nuestra cotidianidad y una separación con lo que experimenta el resto, se ignora la importancia de varios sucesos o se trata de “tapar el sol con un dedo” al considerarlos como eventos aislados o disminuir su importancia.
Un claro ejemplo de este tipo de situaciones, y que responde directamente con una de las problemáticas más arraigadas en la sociedad costarricense, es la violencia de género. Casi que todos los días podemos escuchar de una nueva mujer que desafortunadamente desapareció, fue violada, fue asesinada o que milagrosamente sobrevivió a un ataque, pero no sin heridas que dejaran una marca de por vida. Los grupos feministas desde hace ya mucho tiempo se vienen manifestando ante esta situación, asumiendo la responsabilidad de alzar la voz por aquellas que fueron calladas y enviadas a la tumba. Sin embargo, parece ser que cualquiera que sea su forma de alzar la voz, incomoda a la sociedad y su mensaje se ve opacado por comentarios vacíos que deslegitiman el movimiento o lo ridiculiza, impidiendo que se dé un cambio verdadero, a pesar de los hechos.
Durante el 25N, surgió el ahora famoso cantico y performance del grupo feminista “Las Tesis”, llamado “Un violador en tu camino” que ha sido objeto tanto de réplica como de burla de otros grupos. Este himno de protesta ha sido reproducido a nivel mundial, infinidad de mujeres se han dedicado a gritarlo a todo pulmón en cada uno de sus países, en marchas, videos e incluso en obras de arte gráfico y pancartas. La burla hacia el cántico y su reproducción podría a primera vista verse como un gesto inocente, sin embargo, es innegable que detrás de esa mofa hay una verdad que todos sabemos, pero nos negamos a aceptar, el machismo sigue siendo tan fuerte como hace 15 o 30 años. La única diferencia es que ahora su presentación viene como una falsa equidad y se ha infiltrado en prácticas que, solo siendo sumamente críticos de lo que representan, nos daremos cuenta de que son machistas.
Lo que espero evidenciar con todo esto es que, desde un punto de vista ético, no existe justificación alguna para violentar a un ser humano, sin embargo, la sociedad continúa perpetuando prácticas que legitiman la violencia y cuando un grupo se levanta para cambiar la situación, la sociedad les da la espalda. Desde esta misma visión, el minimizar y deslegitimar movimientos sociales, por más pequeños que sean, representa una falta de respeto, y aún más, niega derechos fundamentales, como la vida, a quienes forman y participan de estos exigiendo un cambio para la situación que justamente les violenta estos derechos.
Lo anterior no es un invento millenial que se les ha ocurrido a las generaciones jóvenes de la actualidad en el último minuto, este hecho está escrito en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 3 que dice “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Ante esto surge la duda ¿tienen las mujeres del mundo realmente acceso a este derecho en plenitud?
Con base en la pregunta anterior, desde el momento de nuestro nacimiento, como mujeres, estamos expuestas a que, en cualquier momento, este derecho fundamental, nos sea arrebatado. Pero ¿qué pasa con el gobierno y por qué no hace nada al respecto? Este organismo puede promover políticas públicas para intentar mejorar nuestra calidad de vida, desde instituciones como el INAMU se pueden ejecutar campañas de prevención y en la Asamblea se pueden promulgar leyes que busquen salvaguardar nuestras vidas, pero nada de eso sirve si no hay un cambio de mentalidad en los ciudadanos (y ciudadanas) de este país.
Desde mi posición, creo fielmente que la educación es la base para resolver todos los males de la sociedad. La desventaja de este remedio es que, para que haga efecto, requiere de ser suministrado por mucho tiempo, de lo contrario es inútil. El país requiere reformular las ideas con las que se educa a los niños y las niñas. Con esto no me refiero únicamente a las materias vistas en la escuela, sino a todo aquello que aprenden tanto dentro como fuera de la institución. Desde los hogares es que se inicia el proceso de aprendizaje y se sientan las bases que guiarán sus acciones en el futuro, todo lo que allí vean será replicado en cada ámbito de sus vidas, tanto bueno como malo.
Finalmente debo decir que, desde mi posición individual, no puedo resolver la violencia a la que nos enfrentamos o estamos expuestas las mujeres a diario, pero como quisiera que pudiera. A pesar de la frustración, existe algo que sí puedo hacer desde esta: manifestarme, alzar la voz y ser un agente de cambio, señalar aquellos comportamientos que por más inocentes que parezcan son potencialmente dañinos. Y desde mi profesión puedo comunicar, puedo fomentar campañas para visibilizar este tipo de situaciones, que por estar tan normalizadas a veces son ignoradas y se invalidan. Quizás mis acciones no lleguen a toda la población y permitan un cambio inmediato, pero haciendo esto mi mensaje alcanzará a más personas que a las que alcanzaría si me diera por vencida sin siquiera intentarlo.
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