He de confesar que cuando leí la noticia, lo primero que vino a mi mente fueron mis clases de medicina interna hace un par de décadas atrás y el uso de sales de oro para tratar casos de artritis reumatoide, medicamento que ya no se utiliza en la medicina moderna. Pero al analizarlo más a fondo, me parece que es un claro ejemplo de la crisis de credibilidad y de identidad que viven los partidos políticos no solo en Costa Rica, sino a nivel mundial. Movida más por la curiosidad que, por el rigor científico, entre lecturas de resistencia a los antibióticos y avances del sarampión en el mundo, tuve la oportunidad de revisar algunas reflexiones de Peter Mair un politólogo irlandés. Él decía que “Aunque los partidos permanecen, se han desconectado hasta tal punto de la sociedad en general y están empeñados en una clase de competición que es tan carente de significado que ya no parecen capaces de ser soporte de la democracia en su forma presente”, y sin duda esto aplica para Costa Rica. Los partidos políticos son una parte de vital de la democracia, pero requieren conectarse con las necesidades e inquietudes de la ciudadania, demostrar que no se basan en el “clientelismo” y que la dinámica de la corrupción no es lo que predomina. Los partidos políticos se han venido debilitando ante la constante incongruencia de sus dirigentes, incapaces de adaptarse a los cambios propios de los tiempos y vendiendo “humo” a sus seguidores anunciandose como “los de las manos limpias” cuando luego resulta que no lo son.

Pero, ahondando más en las posibles causas, la perdida de la credibilidad de las instituciones que han formado nuestra estructura social, es también patente. Ya en 1992,  Robert N. Bellah y colaboradores, en su maravilloso libro “The Good Society”, reflexionaba sobre la responsabilidad ciudadana de cuidar nuestras instituciones.  En escritos posteriores aboga por cambiar el marcado individualismo de la sociedad moderna, y retornar al “comunitarismo”. Precisamente la crisis que viven los partidos políticos es un reflejo de la crisis ciudadana que vivimos, una sociedad polarizada en extremo, donde cada uno, como individuo, se ha desligado de las necesidades del otro. El autor de #CafecitoConOro es un claro ejemplo de un funcionario público en misión oficial, haciendo alarde del consumo de una bebida que no esta al alcance de la mayoría de nuestro país. Hechos similares que movilizan el descontento popular ocurren en otros países, ejemplo de ello Gustavo Petro lider de la izquierda, en Colombia y sus zapatos Salvatore Ferragamo. Queda claro que se requiere congruencia entre lo que hacemos y lo que decimos.

#CafecitoConOro es un señal más, a la que le podemos agregar muchos signos y síntomas que nos permiten concluir que los partidos políticos están gravemente enfermos, con el agravante de que son enfermos que no parecen darse cuenta que lo están, y que pasan señalándose entre sí, para definir quien es el menos terminal. Los unos y los otros repiten los mismos errores que criticaban en sus adversarios. De seguir así, el pronóstico de su enfermedad es reservado. Mientras tanto, los ciudadanos nos desencantamos de la política y dejamos los espacios abiertos para que otros, quiza, no los mejores, entren.

¿Qué partido político ideal quisieramos? Un partido que ponga al mismo nivel el desarrollo económico con el respeto a los derechos humanos y al desarrollo social, donde tenga cabida la multiculturalidad, que sea conciente de la diversidad humana, que humanice la maternidad y no se preste a que la misma sea vista solo como un incubadora sin derechos propios. Que entienda que promover la salud es combatir la pobreza, y que la educación con calidad debe ser el otro pilar fundamental. Que valore a los jóvenes, no solo como el futuro del país, sino como el presente.  Pero para llegar a ello, los primeros que debemos entender lo anterior, somos nosotros mismos como ciudadanos, sujetos de derechos, pero también de responsabilidades.

#CafecitoConOro me sigue sonando a medicamento, en este caso un medicamento que ocasiono bastantes reacciones adversas, no solo al que lo ingirió.

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