En la prensa, en las redes, en las cenas frente a la tele se comenta: ella no vio las alertas, no supo elegir, la pobre no salió de su propia espiral de violencia. Así y muchos más mensajes van dirigidos a mujeres sobre la probable agresión. Todos insisten en que nosotras NO VEMOS las alertas.

Desde que nacemos las mujeres crecemos socializadas para cuidar a otros. Cuidar bebés, cuidar a la familia, cuidar del hombre que te elija, cuidar de la casa, cuidar del jardín. Nadie te dice que seas sumisa pero las mujeres no sabemos responder al golpe, a ningún tipo de golpe. Desde muy pequeñas nos alertan a ser conciliadoras, pacíficas, simpáticas, empáticas, comprensivas, divertidas, pero sin levantar la voz, sin perder la gracia, sin despeinarnos.

Antes muerta que sencilla significa literalmente eso: antes muerta que violenta, antes muerta que sola, antes muerta que divorciada, antes muerta que rechazada. Nosotras estamos programadas socialmente para no reaccionar con violencia a los peores tipos de violencia. Pero si resulta que alguna de nosotras fuga y se atreve a gritar, entonces es violenta. Si se atreve a oponerse a que un padre vea a su hijo, es mala madre. Si se atreve a abandonar una relación, es egoísta. Si hace una denuncia se la acusa que inventar historias para joder a los hombres. Si reclama una pensión se la acusa vividora. Sumémosle que también nos tachan de exageradas, traumadas, resentidas, marimachas, locas, feminazis, putas, zorras, escaladoras.

Todo esto se sella con la romantización de la violencia, que es la manera de justificar todos los niveles de la pirámide de la violencia de género: controlar, culpabilizar, despreciar, ignorar, estereotipar, humillar, ridiculizar, ningunear, amenazar, insultar, gritar, acosar, agredir, golpear, torturar, abusar, violar y asesinar. En términos generales se nos infunde que toda la pirámide de la violencia sucede porque en el fondo se nos ama, y que el amor lo puede todo, lo cambia todo y triunfará sobre el mal. Y sumado a que no tenemos referentes positivos de mujeres que se atrevieron a desafiar ese “amor” y que estamos aisladas las unas de las otras porque “supuestamente” que no hay peor enemiga para una mujer que otra mujer. Alertadas estamos, pero para sonreír y obedecer.

La cura es la cultura

Sinceramente no sé qué pensar por que al igual que Eva yo elegí mal. Mi agresor tiene un doctorado, ocupa importantes cargos académicos, pero igual casi me mata. No tenía tatuajes ni parecía un chata. Y lo más doloroso es que hasta hoy todavía me avergüenza admitirlo abiertamente. Antes muerta que públicamente agredida y victimizada.

Hace casi 3 años mi hija no quiso ver más a su padre y pese a que eso me trae miles de complicaciones legales, económicas, logísticas y éticas; traté de acompañarla en su decisión. Ella ya no es como yo, ella es como Eva, ella tiene más claro que donde hay dolor no quiere estar. En ella se ve venir el cambio cultural.

Con la justicia la mecánica es siempre idéntica para nosotras. Ya divorciada, mi hija y yo no pudimos poner una orden de distanciamiento por acoso dado que se necesita una agresión física de prueba para ponerla. Fue lo que dijo la funcionaria luego de escanearme, totalmente convencida que a “gente como yo” eso no les pasa y que probablemente yo lo había inventado. El problema de esperar esa primera agresión de prueba, es que puede que no la sobrevivas.

Trato de no tomarme todas las fallas del sistema como algo personal si no estructural. Pero poco a poco me doy cuenta de que sí es personal, solo que masivamente personal. Personal contra más de la mitad de la población costarricense o residente, que somos mujeres.

Entendí entonces que las leyes no serán la vía del cambio, será el uso que hagamos de ella; es decir la cultura. La ley es coyuntural no cotidiana, la cultura sí es de uso diario. Es nuestro espacio de intercambio social, nuestro lenguaje, nuestra comida, los mensajes que nos mandamos.

Lo que me tiene paralizada es el fenómeno invisible que viven los varones. Los buenos, los supuestamente deconstruidos, los progres, los que amamos y besamos a diario. Ellos no parecen entender que son parte del problema. Que nada de esto sucede por celos, arranques, exacerbos, alcohol o drogas. Ni por la falda corta, ni por las tetas grandes, ni por la calle oscura y desolada. Que los agresores no son monstruos, no son animales; son sólo personas con un poder desmesurado; y LO HACEN PORQUE PUEDEN, esa es la única razón. Porque siempre habrá una funcionaria que no está formada culturalmente para no creerle a las mujeres. Para de base pensar que están mintiendo, creando sin querer quizás un sistema de impunidad a favor de los hombres. Eso a todos los niveles, en todos los ámbitos, en todo el país y extendido al mundo.

¡Eva no descansa en paz!

Randall Garita asesinó a Eva Morera, una mujer joven, estudiante de Trabajo Social y madre de un bebé de 4 años. Una chica como nosotras dicen en la redes. Yo no quiero que Eva descanse en paz, quiero que sea como el espíritu de los desaparecidos en las dictaduras; hasta encontrar el último cuerpo, hasta recuperar al último nieto, las abuelas, las madres, no descansarán. En este caso y el de tantas miles de chicas como nosotras: hasta que se extinga el femicidio como categoría, ni Eva, ni yo y ojalá nadie en este país pueda descansar.

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