Suficiente tenemos con que por medio de las famosas redes sociales (RRSS) se inventen, tergiversen y difundan “hechos” que no lo son ni lo han sido. Pero si las fuentes de información en las que tradicionalmente hemos confiado, también “inventan” y alarman con “noticias” negativas, especialmente contra figuras políticas, más complicado se vuelve para personas capaces y de buena fe, contribuir a mejorar lo que está mal y a “chinear” a nuestra democracia para que siga siendo una de nuestras grandes fortalezas por su valor intrínseco, como por distinguirnos en la competencia internacional por atraer inversión, talento y para generar mercados a nuestros bienes y servicios.

¿A qué viene lo anterior? Este medio lo comentó el pasado 17 de este mes. La señora vicepresidenta Epsy Campbell —quien no es para mí un confitico exactamente— fue objeto de un titular y una información de parte de un reconocido y tradicional periódico, que la atacaban sin razón alguna. En esto soy incluso más tajante que Delfino.cr: no hay base alguna para considerar que en el famoso viaje que hizo a Roma siendo canciller de la República, haya incurrido en falta legal o ética. No estoy analizando otras actuaciones suyas, donde algún día se dirá si actuó ilegal o indebidamente. Ella fue implacable, con frecuencia de modo injusto, con sus adversarios políticos, especialmente del PLN; pero eso es otra cosa y yo no voy a caer en revanchismos, cuando hay tanto en juego para la sociedad.

Pues bien, cuando un medio serio procede así, puede ser señal o indicador de que en materia informativa, estamos cada vez más huérfanos y los huérfanos son más vulnerables.

El titular y la (des)información aparecieron en primera página, al menos en la edición “online” de dicho medio. O sea, que mereció atención de quien fuera que fuese que estaba a cargo de esa edición. No fue una desatención; tampoco un simple error. Y de fijo no es la primera (ni será la última) vez que algo así ocurra. Pero hoy, que la gente y sobre todo los de las “generaciones X Y Z” o milennials o lo que sea, no tienen tiempo ni paciencia para verificar la veracidad —sobre todo porque la vida está muy dura y hay que bretear mucho— el daño es peor.

A mí lo que me preocupa es el deterioro del nivel y calidad de vida en el país, por sí mismos y por sus efectos en la convivencia social y la vida democrática. Construir es difícil y si lo bueno que se ha construido se destruye, levantarlo de nuevo es tremendamente difícil.

Ya la gente rechaza instintivamente a los políticos y gobernantes; frecuentemente con razón. Pero si encima se les deja caer basura aún cuando ni siquiera caminan cerca de los botaderos o lugares de acopio, ¿quiénes se atreverán a asumir los riesgos y costos de ir a convencer a los ciudadanos y pedirles sus votos? Si la motivación es “el premio económico”, la vanidad o cualquier otra “razón” espúrea, sobrarán los candidatos. Pero si es lo que debe ser la Política en su definición más noble. ¡Qué difícil!

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